Para muchos Semana Santa es sinónimo de una buena maratón de películas sobre la vida de Jesús. A algunos les encanta ver en estos días los grandes clásicos que renacen cada año durante esta festividad. Otros prefieren ver cintas nuevas o con un enfoque distinto. Si eres parte de este último grupo de personas, el largometrajeLa resurrección de Cristo del cineasta estadounidense Kevin Reynolds, es una excelente opción. El film es bastante original. Cuenta la historia de Jesús desde los ojos de Clavius, un oficial romano no creyente, a quien Poncio Pilato le pide que investigue la desaparición del cuerpo del Hijo de Dios antes de que se corra el rumor de que el Mesías ha resucitado y se produzca una revuelta en Jerusalén. A lo largo de la indagación, el soldado interroga a los discípulos, a María Magdalena y a los hombres que estaban cuidando la tumba. Todos confiesan que vieron al Maestro vivo. Después de escucharlos, Clavius piensa que están locos, porque él mismo estuvo presente en la crucifixión y vio cómo le atravesaban unos clavos gigantes en sus manos y pies. No cree ninguna de sus palabras, hasta que se encuentra cara a cara con Jesús y conversa con él. Luego de vivir esta experiencia que marca su vida para siempre, está en la encrucijada de entregar a los discípulos o convertirse en un seguidor de Cristo. La cinta tiene un giro interesante y un final inesperado. En este largometraje, estrenado en 2016, destaca la actuación de Joseph Fiennes, en su rol protagónico, la ambientación, el vestuario, y la creatividad del director para contar la historia de la resurrección de Jesús como no se había hecho antes. Este enfoque distinto le da la oportunidad a los espectadores de ponerse en el lugar de los soldados romanos que mataron al Hijo de Dios. La resurrección de Cristo dura casi dos horas y está disponible en Netflix.
La nueva colaboración del director Nikolaj Arcel y el actor Mads Mikkelsen no defrauda. En palabras simplesEl Bastardo es una joya cinematográfica que narra con magníficas actuaciones una historia envolvente llena de amor, misterio, acción, enemistad y esperanza. La película danesa sigue la vida de Ludvig Kahlen, un capitán retirado que a mediados del siglo XVIII logra que el rey le dé permiso para colonizar y cultivar las áridas tierras del páramo. Mientras trabaja a toda máquina para cumplir su objetivo, y con ello recibir el título real que tanto anhela, el malvado y ambicioso gobernante Frederik Schinkel intenta sobornarlo para que firme un documento que dice que el terreno es suyo, como no lo consigue, le declara la guerra y se encarga de hacerle la vida imposible. Cuando se entera que dos de sus ex empleados, que huyeron por malos tratos, están trabajando para Kahlen la situación empeora. La interpretación de Mads Mikkelsen es impecable. Su personaje tiene una evolución muy interesante. Al principio parece ser el malo de la película, porque se muestra indiferente, autoritario, incluso violento. Pero después de ver los primeros 30 minutos de la cinta, queda claro que es un héroe y no cualquiera, uno valiente y fiel a sus ideales que se enamora de Ann Barbara ( Amanda Collin), su criada, y adopta a una niña que fue vendida por sus padres. Simon Bennebjerg no se queda atrás, encarna con precisión y naturalidad al villano Frederik Schinkel. La historia está tan bien contada, que en los momentos de sufrimiento, el dolor traspasa la pantalla. Hay una escena desgarradora, en la que el antagonista manda a sus hombres a matar a uno de sus ex trabajadores tirándole agua hirviendo. Las imágenes son tan fuertes, que se siente la agonía del personaje. De hecho, se forma una especie de hoyo en el estómago. Pero no todo es tristeza, El Bastardo también regala a los espectadores alegrías y romance. La ambientación de la película está muy bien lograda. Definitivamente, uno se transporta al siglo XVIII. Los paisajes, los edificios medievales y la vestimenta parecen muy reales. Sin duda, esto refuerza la historia y le da credibilidad. Las diferencias de clase, la esclavitud, el racismo, la lucha por el poder y la migración gitana son algunos de los temas que aborda este largometraje, basado en hechos reales. El film dura poco más de dos horas, pero es tan bueno y cautivador que no se siente largo. En todo caso, es un tiempo bien invertido, porque El Bastardo es un peliculón. Cien por ciento recomendado.
Emocionante, profunda, conmovedora, y de una narrativa bella y delicada. Así es “The Quiet Girl”, ópera prima del director irlandés Colm Bairéad, que fue nominada a Mejor Película Internacional en los Premios Oscar 2023 y que este jueves 7 de marzo llega a los cines chilenos. El largometraje, basado en el libro Tres luces de Claire Keegan, cuenta la historia de Cáit ( Catherine Clinch), una introvertida niña de nueve años que se siente sola y excluida, porque sus padres ( Kate Nic Chonaonaigh y Michael Patric) no le dan el cuidado y atención que necesita y sus hermanos la consideran un bicho raro por hablar lo justo y necesario. En sus silencios esconde algunos secretos de su papá, quien se preocupa más de gastar el dinero en alcohol que en sacar adelante a su numerosa familia. Cuando llega el verano y se acerca la fecha del parto de su madre, la pequeña es enviada a vivir con unos parientes lejanos completamente desconocidos para ella: Eibhlín ( Carrie Crowley), y su esposo granjero Seán ( Andrew Bennett). Sus progenitores no le preguntan si quiere quedarse con ellos. Tampoco le dicen cuándo volverá a casa. Ante sus ojos todo es un misterio. Afortunadamente, su nueva familia le entrega el amor que tanto le hace falta y sus heridas empiezan a sanar, incluso se vuelve más habladora. Su presencia ayuda a sus padres adoptivos a llenar el vacío que dejó la muerte de su pequeño hijo. La historia tiene un final muy conmovedor e inesperado. Con excelentes actuacionesThe Quiet Girl aborda de manera emotiva, pero sin caer en el sensacionalismo el desapego, el duelo, las heridas de infancia y la indiferencia de los padres hacia los hijos. La cinta, ambientada en los años 80' en un pueblo de Irlanda, es visualmente hermosa. Las imágenes de la naturaleza son preciosas. El film invita a reflexionar sobre la tremenda responsabilidad que implica ser padres, porque si no se entrega el cariño, contención y cuidados que los hijos requieren, estos crecen con traumas. Además, destaca que solo con amor se puede sanar un corazón roto. ¿Estás buscando una buena película para ver estos días? The Quiet Girl es una excelente opción.
¿Se puede vivir en plenitud si no se sanan los traumas que se experimentaron en la niñez?, ¿Qué tanto pueden afectar las heridas de la infancia? En estas preguntas ahonda la nueva película del director británico Andrew Haigh Todos somos extraños, que se empezó a exhibir este jueves 29 de febrero en las salas de cine de nuestro país. El film, basado en la novela “Strangers” de Taichi Yamada, sigue la vida de Adam ( Andrew Scott), un solitario escritor de televisión que vive en Londres y que tiene un romance con un vecino llamado Harry ( Paul Mescal). Mientras la relación entre ambos se fortalece, el protagonista intenta escribir sobre sus padres ( Claire Foy y Jamie Bell), quienes fallecieron en un accidente cuando él tenía 12 años, pero las palabras no afloran. Esto lo lleva a visitar constantemente la casa donde vivió con ellos. Cada vez que está en esa vivienda que fue su hogar ocurre algo muy misterioso: ve a sus progenitores con la misma edad que tenían cuando murieron y habla con ellos de los recuerdos de la infancia y de su vida de adulto. Los diálogos que establecen son muy profundos. Adam le cuenta a sus papás que es gay. Su madre al principio queda desconcertada, pero finalmente lo acepta. Su padre no se sorprende tanto, porque dice que lo sospechaba. A raíz de esta confesión conversan sobre algunos sucesos de su niñez relacionados con su orientación sexual. Por ejemplo, el joven le dice a su padre que sus compañeros le hacían bullying en el colegio, a lo que él responde, que si hubiese ido a su escuela él también lo habría molestado. Así salen a la luz los traumas que el protagonista vivió y que actualmente lo atormentan. En ese emocionante y conmovedor viaje que realiza con sus padres, recibe los abrazos, la contención y el apoyo que no tuvo cuando era pequeño. Todas las conversaciones parecen estar solo en su mente, ser producto de su imaginación o de un sueño, pero se ven muy reales. Harry también necesita sanar a su niño interior, ya que sus papás a lo largo de su vida lo han excluido por su orientación sexual. De esas heridas que todavía permanecen abiertas habla con Adam y en lugar de debilitar la relación, la fortalece. Esta singular e inquietante cinta nos muestra que todas las personas vivimos situaciones dolorosas en la infancia que nos dejan heridas y que si no las tratamos nos afectarán en la vida adulta en mayor o menor medida. El film también nos recuerda que es necesario superar esos traumas, porque de lo contrario siempre estarán rondando como fantasmas que nos impiden vivir tranquilos y felices. En cuanto a las actuaciones, el buen trabajo del elenco permite que los espectadores se sientan identificados con los personajes, sobre todo en los momentos más sensibles. La música también aporta lo suyo. Agrega intriga, tristeza, miedo y nostalgia. Quienes tengan la posibilidad de verla, háganlo, porque es una emocionante película que deja una gran moraleja.
Hacer una película sobre el Holocausto sin mostrar ni siquiera una imagen del genocidio es un gran desafío y lograr que se entienda y que marque la diferencia aún más, pero el destacado director británico Jonathan Glazer lo consiguió conLa zona de interés, cinta basada en la novela homónima que publicó el escritor Martin Amis en 2015. El aclamado largometraje está nominado a cinco premios Oscar: Mejor película, Mejor dirección, Mejor guion adaptado, Mejor sonido y Mejor película internacional. ¿Por qué le ha ido tan bien a esta cinta alemana?, ¿Qué tiene de especial? De partida, cuenta la cruda historia del exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial como nunca se había hecho: de manera implícita y desde los ojos de los victimarios, específicamente de Rudolf Höss (Christian Friedel), comandante del campo de concentración de Auschwitz, quien vivió por varios años junto a su esposa e hijos en una acomodada casa con piscina ubicada a 200 metros de las cámaras de gas. Solo un muro separaba la vivienda del lugar donde mataban a cientos de personas. A estos sectores contiguos a los sitios de exterminio los llamaban zona de interés, de ahí el nombre de la adaptación cinematográfica. La película muestra como era el día a día de esta familia que no tenía ningún sentimiento de culpa por las atrocidades que se cometían, de las cuales eran parte. En las imágenes se ve al jerarca nazi celebrar su cumpleaños, disfrutar de una tarde de picnic en el río, y reunirse con unos ingenieros que lo ayudan a implementar un sistema de trabajo ininterrumpido de 24 horas para que el plan de exterminio sea lo más rápido y eficiente posible. También se observa a Hedwig (Sandra Hüller), su esposa, probándose un abrigo de una judía asesinada o mostrándole a su madre el jardín mientras sale humo de los crematorios del campo de concentración. Por su parte, los hijos mayores, que adoptaron la misma actitud indolente, se divierten examinando los dientes que encuentran de las personas muertas. La película retrata de manera magistral lo indiferente, cruel, insensible y despiadada que es esta familia frente a los cientos de asesinatos que se cometen solo a metros de ellos. Están tan acostumbrados a escuchar todos los días los gritos de los judíos antes de morir y de ver el humo cuando queman sus cuerpos que lo han normalizado, tanto que incluso lo justifican. La película invita a los espectadores a reflexionar sobre lo lejos que puede llegar la maldad, lo enraizada que está en el ser humano y sobre qué tan identificados se sienten con la actitud despiadada y frívola de los protagonistas. A diferencia de la novela, cuyos personajes tienen nombres ficticios, en la cinta se dice abiertamente que el comandante es Rudolf Hoss, quien fue condenado a muerte durante los juicios de Nuremberg y ejecutado en 1947 cerca del crematorio de Auschwitz. De hecho, la vivienda familiar que aparece en la cinta está basada en fotografías de la casa del jerarca. Si bien la película no muestra imágenes del campo de concentración, en algunas escenas aparecen judíos que trabajan para el comandante. Esto con el fin de contextualizar y graficar la relación que tienen con las víctimas. El largometraje es muy visual y detallista. A ritmo pausado se muestra la vida cotidiana de los protagonistas. Los espectadores deben estar muy atentos para conectar los puntos y entender la historia, ya que se relata de manera bastante implícita. La música sinfónico-electrónica de Mica Levi que suena de fondo y los gritos que vienen del campo de concentración son un elemento clave en la película, ya que crea una atmósfera tétrica que enfatiza lo horrible que fue este genocidio. La cinta comienza con la pantalla completamente en negro y una canción inquietante. De alguna forma, el holocausto no se ve, pero se escucha. En La zona de interés hay varias escenas en blanco y negro, en las que se observa a una joven esconder en la tierra manzanas y otras frutas para que al día siguiente las recojan los judíos que salen del campo de concentración para realizar tareas en el terreno contiguo. Al parecer es una pesadilla que tiene una de las hijas del comandante. La película muestra un punto de vista tan interesante del Holocausto que vale la pena verla cien por ciento. Sin embargo, quizás no le guste a aquellas personas que prefieren las cintas con un ritmo más rápido y un mensaje explícito.
Para muchos Semana Santa es sinónimo de una buena maratón de películas sobre la vida de Jesús. A algunos les encanta ver en estos días los grandes clásicos que renacen cada año durante esta festividad. Otros prefieren ver cintas nuevas o con un enfoque distinto. Si eres parte de este último grupo de personas, el largometrajeLa resurrección de Cristo del cineasta estadounidense Kevin Reynolds, es una excelente opción. El film es bastante original. Cuenta la historia de Jesús desde los ojos de Clavius, un oficial romano no creyente, a quien Poncio Pilato le pide que investigue la desaparición del cuerpo del Hijo de Dios antes de que se corra el rumor de que el Mesías ha resucitado y se produzca una revuelta en Jerusalén. A lo largo de la indagación, el soldado interroga a los discípulos, a María Magdalena y a los hombres que estaban cuidando la tumba. Todos confiesan que vieron al Maestro vivo. Después de escucharlos, Clavius piensa que están locos, porque él mismo estuvo presente en la crucifixión y vio cómo le atravesaban unos clavos gigantes en sus manos y pies. No cree ninguna de sus palabras, hasta que se encuentra cara a cara con Jesús y conversa con él. Luego de vivir esta experiencia que marca su vida para siempre, está en la encrucijada de entregar a los discípulos o convertirse en un seguidor de Cristo. La cinta tiene un giro interesante y un final inesperado. En este largometraje, estrenado en 2016, destaca la actuación de Joseph Fiennes, en su rol protagónico, la ambientación, el vestuario, y la creatividad del director para contar la historia de la resurrección de Jesús como no se había hecho antes. Este enfoque distinto le da la oportunidad a los espectadores de ponerse en el lugar de los soldados romanos que mataron al Hijo de Dios. La resurrección de Cristo dura casi dos horas y está disponible en Netflix.
La nueva colaboración del director Nikolaj Arcel y el actor Mads Mikkelsen no defrauda. En palabras simplesEl Bastardo es una joya cinematográfica que narra con magníficas actuaciones una historia envolvente llena de amor, misterio, acción, enemistad y esperanza. La película danesa sigue la vida de Ludvig Kahlen, un capitán retirado que a mediados del siglo XVIII logra que el rey le dé permiso para colonizar y cultivar las áridas tierras del páramo. Mientras trabaja a toda máquina para cumplir su objetivo, y con ello recibir el título real que tanto anhela, el malvado y ambicioso gobernante Frederik Schinkel intenta sobornarlo para que firme un documento que dice que el terreno es suyo, como no lo consigue, le declara la guerra y se encarga de hacerle la vida imposible. Cuando se entera que dos de sus ex empleados, que huyeron por malos tratos, están trabajando para Kahlen la situación empeora. La interpretación de Mads Mikkelsen es impecable. Su personaje tiene una evolución muy interesante. Al principio parece ser el malo de la película, porque se muestra indiferente, autoritario, incluso violento. Pero después de ver los primeros 30 minutos de la cinta, queda claro que es un héroe y no cualquiera, uno valiente y fiel a sus ideales que se enamora de Ann Barbara ( Amanda Collin), su criada, y adopta a una niña que fue vendida por sus padres. Simon Bennebjerg no se queda atrás, encarna con precisión y naturalidad al villano Frederik Schinkel. La historia está tan bien contada, que en los momentos de sufrimiento, el dolor traspasa la pantalla. Hay una escena desgarradora, en la que el antagonista manda a sus hombres a matar a uno de sus ex trabajadores tirándole agua hirviendo. Las imágenes son tan fuertes, que se siente la agonía del personaje. De hecho, se forma una especie de hoyo en el estómago. Pero no todo es tristeza, El Bastardo también regala a los espectadores alegrías y romance. La ambientación de la película está muy bien lograda. Definitivamente, uno se transporta al siglo XVIII. Los paisajes, los edificios medievales y la vestimenta parecen muy reales. Sin duda, esto refuerza la historia y le da credibilidad. Las diferencias de clase, la esclavitud, el racismo, la lucha por el poder y la migración gitana son algunos de los temas que aborda este largometraje, basado en hechos reales. El film dura poco más de dos horas, pero es tan bueno y cautivador que no se siente largo. En todo caso, es un tiempo bien invertido, porque El Bastardo es un peliculón. Cien por ciento recomendado.
Emocionante, profunda, conmovedora, y de una narrativa bella y delicada. Así es “The Quiet Girl”, ópera prima del director irlandés Colm Bairéad, que fue nominada a Mejor Película Internacional en los Premios Oscar 2023 y que este jueves 7 de marzo llega a los cines chilenos. El largometraje, basado en el libro Tres luces de Claire Keegan, cuenta la historia de Cáit ( Catherine Clinch), una introvertida niña de nueve años que se siente sola y excluida, porque sus padres ( Kate Nic Chonaonaigh y Michael Patric) no le dan el cuidado y atención que necesita y sus hermanos la consideran un bicho raro por hablar lo justo y necesario. En sus silencios esconde algunos secretos de su papá, quien se preocupa más de gastar el dinero en alcohol que en sacar adelante a su numerosa familia. Cuando llega el verano y se acerca la fecha del parto de su madre, la pequeña es enviada a vivir con unos parientes lejanos completamente desconocidos para ella: Eibhlín ( Carrie Crowley), y su esposo granjero Seán ( Andrew Bennett). Sus progenitores no le preguntan si quiere quedarse con ellos. Tampoco le dicen cuándo volverá a casa. Ante sus ojos todo es un misterio. Afortunadamente, su nueva familia le entrega el amor que tanto le hace falta y sus heridas empiezan a sanar, incluso se vuelve más habladora. Su presencia ayuda a sus padres adoptivos a llenar el vacío que dejó la muerte de su pequeño hijo. La historia tiene un final muy conmovedor e inesperado. Con excelentes actuacionesThe Quiet Girl aborda de manera emotiva, pero sin caer en el sensacionalismo el desapego, el duelo, las heridas de infancia y la indiferencia de los padres hacia los hijos. La cinta, ambientada en los años 80' en un pueblo de Irlanda, es visualmente hermosa. Las imágenes de la naturaleza son preciosas. El film invita a reflexionar sobre la tremenda responsabilidad que implica ser padres, porque si no se entrega el cariño, contención y cuidados que los hijos requieren, estos crecen con traumas. Además, destaca que solo con amor se puede sanar un corazón roto. ¿Estás buscando una buena película para ver estos días? The Quiet Girl es una excelente opción.
¿Se puede vivir en plenitud si no se sanan los traumas que se experimentaron en la niñez?, ¿Qué tanto pueden afectar las heridas de la infancia? En estas preguntas ahonda la nueva película del director británico Andrew Haigh Todos somos extraños, que se empezó a exhibir este jueves 29 de febrero en las salas de cine de nuestro país. El film, basado en la novela “Strangers” de Taichi Yamada, sigue la vida de Adam ( Andrew Scott), un solitario escritor de televisión que vive en Londres y que tiene un romance con un vecino llamado Harry ( Paul Mescal). Mientras la relación entre ambos se fortalece, el protagonista intenta escribir sobre sus padres ( Claire Foy y Jamie Bell), quienes fallecieron en un accidente cuando él tenía 12 años, pero las palabras no afloran. Esto lo lleva a visitar constantemente la casa donde vivió con ellos. Cada vez que está en esa vivienda que fue su hogar ocurre algo muy misterioso: ve a sus progenitores con la misma edad que tenían cuando murieron y habla con ellos de los recuerdos de la infancia y de su vida de adulto. Los diálogos que establecen son muy profundos. Adam le cuenta a sus papás que es gay. Su madre al principio queda desconcertada, pero finalmente lo acepta. Su padre no se sorprende tanto, porque dice que lo sospechaba. A raíz de esta confesión conversan sobre algunos sucesos de su niñez relacionados con su orientación sexual. Por ejemplo, el joven le dice a su padre que sus compañeros le hacían bullying en el colegio, a lo que él responde, que si hubiese ido a su escuela él también lo habría molestado. Así salen a la luz los traumas que el protagonista vivió y que actualmente lo atormentan. En ese emocionante y conmovedor viaje que realiza con sus padres, recibe los abrazos, la contención y el apoyo que no tuvo cuando era pequeño. Todas las conversaciones parecen estar solo en su mente, ser producto de su imaginación o de un sueño, pero se ven muy reales. Harry también necesita sanar a su niño interior, ya que sus papás a lo largo de su vida lo han excluido por su orientación sexual. De esas heridas que todavía permanecen abiertas habla con Adam y en lugar de debilitar la relación, la fortalece. Esta singular e inquietante cinta nos muestra que todas las personas vivimos situaciones dolorosas en la infancia que nos dejan heridas y que si no las tratamos nos afectarán en la vida adulta en mayor o menor medida. El film también nos recuerda que es necesario superar esos traumas, porque de lo contrario siempre estarán rondando como fantasmas que nos impiden vivir tranquilos y felices. En cuanto a las actuaciones, el buen trabajo del elenco permite que los espectadores se sientan identificados con los personajes, sobre todo en los momentos más sensibles. La música también aporta lo suyo. Agrega intriga, tristeza, miedo y nostalgia. Quienes tengan la posibilidad de verla, háganlo, porque es una emocionante película que deja una gran moraleja.
Hacer una película sobre el Holocausto sin mostrar ni siquiera una imagen del genocidio es un gran desafío y lograr que se entienda y que marque la diferencia aún más, pero el destacado director británico Jonathan Glazer lo consiguió conLa zona de interés, cinta basada en la novela homónima que publicó el escritor Martin Amis en 2015. El aclamado largometraje está nominado a cinco premios Oscar: Mejor película, Mejor dirección, Mejor guion adaptado, Mejor sonido y Mejor película internacional. ¿Por qué le ha ido tan bien a esta cinta alemana?, ¿Qué tiene de especial? De partida, cuenta la cruda historia del exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial como nunca se había hecho: de manera implícita y desde los ojos de los victimarios, específicamente de Rudolf Höss (Christian Friedel), comandante del campo de concentración de Auschwitz, quien vivió por varios años junto a su esposa e hijos en una acomodada casa con piscina ubicada a 200 metros de las cámaras de gas. Solo un muro separaba la vivienda del lugar donde mataban a cientos de personas. A estos sectores contiguos a los sitios de exterminio los llamaban zona de interés, de ahí el nombre de la adaptación cinematográfica. La película muestra como era el día a día de esta familia que no tenía ningún sentimiento de culpa por las atrocidades que se cometían, de las cuales eran parte. En las imágenes se ve al jerarca nazi celebrar su cumpleaños, disfrutar de una tarde de picnic en el río, y reunirse con unos ingenieros que lo ayudan a implementar un sistema de trabajo ininterrumpido de 24 horas para que el plan de exterminio sea lo más rápido y eficiente posible. También se observa a Hedwig (Sandra Hüller), su esposa, probándose un abrigo de una judía asesinada o mostrándole a su madre el jardín mientras sale humo de los crematorios del campo de concentración. Por su parte, los hijos mayores, que adoptaron la misma actitud indolente, se divierten examinando los dientes que encuentran de las personas muertas. La película retrata de manera magistral lo indiferente, cruel, insensible y despiadada que es esta familia frente a los cientos de asesinatos que se cometen solo a metros de ellos. Están tan acostumbrados a escuchar todos los días los gritos de los judíos antes de morir y de ver el humo cuando queman sus cuerpos que lo han normalizado, tanto que incluso lo justifican. La película invita a los espectadores a reflexionar sobre lo lejos que puede llegar la maldad, lo enraizada que está en el ser humano y sobre qué tan identificados se sienten con la actitud despiadada y frívola de los protagonistas. A diferencia de la novela, cuyos personajes tienen nombres ficticios, en la cinta se dice abiertamente que el comandante es Rudolf Hoss, quien fue condenado a muerte durante los juicios de Nuremberg y ejecutado en 1947 cerca del crematorio de Auschwitz. De hecho, la vivienda familiar que aparece en la cinta está basada en fotografías de la casa del jerarca. Si bien la película no muestra imágenes del campo de concentración, en algunas escenas aparecen judíos que trabajan para el comandante. Esto con el fin de contextualizar y graficar la relación que tienen con las víctimas. El largometraje es muy visual y detallista. A ritmo pausado se muestra la vida cotidiana de los protagonistas. Los espectadores deben estar muy atentos para conectar los puntos y entender la historia, ya que se relata de manera bastante implícita. La música sinfónico-electrónica de Mica Levi que suena de fondo y los gritos que vienen del campo de concentración son un elemento clave en la película, ya que crea una atmósfera tétrica que enfatiza lo horrible que fue este genocidio. La cinta comienza con la pantalla completamente en negro y una canción inquietante. De alguna forma, el holocausto no se ve, pero se escucha. En La zona de interés hay varias escenas en blanco y negro, en las que se observa a una joven esconder en la tierra manzanas y otras frutas para que al día siguiente las recojan los judíos que salen del campo de concentración para realizar tareas en el terreno contiguo. Al parecer es una pesadilla que tiene una de las hijas del comandante. La película muestra un punto de vista tan interesante del Holocausto que vale la pena verla cien por ciento. Sin embargo, quizás no le guste a aquellas personas que prefieren las cintas con un ritmo más rápido y un mensaje explícito.