Hay películas que nacen de un plan minucioso, y otras que simplemente aparecen. “Ensayos y errores”, dirigida por Ignacio Rojas Vallejo, pertenece a la segunda categoría: un documental que comenzó como un experimento diario en la boutique de su madre, y terminó convirtiéndose en un retrato tan personal como universal sobre la perseverancia, la creatividad y el vínculo familiar. La película sigue a Ignacio, un joven cineasta desempleado que intenta filmar su primera obra mientras trabaja en la tienda de ropa de su madre. Entre clientas, vestidos y conversaciones cotidianas, el director registra con humor y ternura los tropiezos de la adultez, el miedo al fracaso y el amor por el cine, transformando la rutina en una búsqueda artística y emocional. “Partió con la necesidad de hacer algo parecido al cine” , cuenta Ignacio. “Estaba en la tienda, con mucho tiempo muerto, y pensé que podía aprovecharlo para filmar todos los días. Con el tiempo, ese ejercicio terminó convirtiéndose en una película, sin que la película supiera al principio que lo iba a ser”. Lo que nació como un juego terminó siendo una reflexión sobre la frustración y la constancia. “La gente no sabe lo frustrante que puede ser hacer una película,” dice el realizador. “Pero lo importante es no rendirse. Filmar me producía alegría; cuando no lo hacía, me sentía triste. Creo que eso es lo más bonito: descubrir que, a pesar de todo, el cine te hace bien”. Su madre, Paula Vallejo Reyes, coprotagonista de la película, recuerda con ternura el proceso: “Yo no sabía ni siquiera para qué estaba filmando. Y de pronto un día me dijo: ‘Mamá, voy a un festival, a la Cineteca Nacional’. Ver la película completa por primera vez fue una gran sorpresa. Sentí mucha alegría y agradecimiento de que lo hubiera logrado, pese a todas las dificultades”. La relación entre ambos atraviesa toda la película, marcada por el amor al cine y una complicidad que traspasa la pantalla. “Siempre nos recomendamos películas”, comenta Ignacio. “Por suerte nací en una familia muy cinéfila: mi mamá y mi papá siempre estaban viendo cine, y nunca me restringieron nada. Gracias a ese apoyo pude estudiar cine y dedicarme a esto”. En cuanto a influencias, Rojas se declara admirador de los clásicos: Hitchcock, Lubitsch y el cine mudo. “Ensayos y errores es contemporánea, pero estructuralmente clásica; tiene tres actos, un arco claro. Me interesa mucho esa mezcla”. Paula, por su parte, confiesa su amor por Drácula de Coppola y el cine romántico: “Me gustan las películas que dejan algo, que alimentan el alma”. El director ya trabaja en una segunda película, donde esta vez aparece su padre: “Va a ser como un díptico familiar. Quiero que ambas se vean como parte de un mismo universo personal, donde la familia y el cine se entrelazan”. Finalmente, Rojas hace un llamado al público y a las salas: “En Chile se están haciendo propuestas muy diversas y frescas. Ojalá las cadenas se atrevan a tener más cine chileno en cartelera. Así como la gente va a ver Marvel, también puede ir a ver nuestras películas”. Gracias a Miradoc Estrenos, Ensayos y errores se estará exhibiendo en salas lo largo de Chile. Conversamos con Ignacio Rojas Vallejo y Paula Vallejo Reyes sobre cómo una cámara, una tienda y una madre se convirtieron en el punto de partida de una de las películas más originales del documental chileno reciente. Mira la entrevista completa en nuestro canal de YouTube.
Es el año 1994 y Margarita se dedica a la venta de celulares en Puerto Montt, dando a conocer una nueva tecnología que promete la comunicación soñada para áreas rurales. Junto a su compañero Cucho, recorren diferentes lugares enfrentándose a situaciones que pueden convertirse en complejos momentos. Esta es la historia que nos cuenta “Lo que no se dijo”, película dirigida por Ricardo Valenzuela y que en su elenco tiene a Patricia Cuyul, Héctor Morales y Mariana Loyola. Una mirada a los procesos de comunicación y a su desarrollo en distintas etapas de la vida. Margarita debe lidiar con distintas realidades mientras intenta hacer su trabajo. Su madre es una mujer con movilidad reducida, que ha decidido permanecer en silencio desde la venida a Chile del Papa Juan Pablo II en 1987 y, además, debe cuidar a su hija pre adolescente, por lo que debe hacer calzar todo esto con sus tiempos. Una vida en donde vemos distintos niveles de comunicación, donde los contrastes se hacen presente. Por un lado tenemos la promesa de vivir más conectados gracias a la tecnología y por otro el silencio en el propio hogar de la protagonista, nos deja claro que la vida está llena de contradicciones. Cucho, interpretado con mucha gracia por Héctor Morales, es un claro ejemplo de alguien que quiere entregar un mensaje para cambiar la falta de conexión. La vecina de Margarita nos ejemplifica el “sacar afuera” lo que nos afecta y el no dejarnos pasar a llevar. La relación de Margarita con su madre, nos invita a pensar en cómo muchas veces no expresamos lo que sentimos y que, en algunas situaciones, se nos puede hacer tarde para decir lo que tenemos dentro. Una contradicción con la labor que lleva a cabo la protagonista y su gran labia para vender celulares. Una propuesta llena de capas que nos propone pensar sobre la comunicación en nuestras vidas y los momentos para decir las cosas. Si quieres ver “Lo que no se dijo”, ya se encuentra disponible en salas de cine del país.
La directora de la brillante y perturbadora Tenemos que hablar de Kevin (2011), Lynne Ramsay, vuelve con una película intensa y emocional que busca estremecer al espectador más que agradar: un viaje sobre las relaciones, la maternidad y la salud mental. Mátate, Amor (Die My Love) es una potente historia sobre una joven mujer, Grace ( Jennifer Lawrence), que no ha tenido una vida fácil, cargando con traumas de infancia, pero que en su relación con Jackson ( Robert Pattinson) encuentra un refugio, uno que parece desvanecerse tras mudarse a una zona rural apartada y con la llegada de su primer hijo. La cinta es un viaje en el que vemos a Grace desvanecerse entre la soledad, la maternidad y la falta de empatía de su pareja, quien parece mantenerse indiferente a lo que ella vive. Solo su suegra, estelarizada por Sissy Spacek, comprende lo que pasa con ella, una mujer mayor que a su vez se encuentra lidiando con la pérdida de su marido, primero por la demencia y luego por la muerte. Con una estética desgastada y apagada, seguimos esta historia de amor que se transforma en un drama psicológico, en el que a veces cuesta distinguir qué es real y qué no. Esta película puede resultar densa o confusa para algunos, pero para otros puede ser una joya, especialmente si logran empatizar con el personaje de Lawrence. Las actuaciones son el gran e innegable atractivo de la cinta: tanto Jennifer Lawrence como Robert Pattinson ya han demostrado con creces que son mucho más que Katniss Everdeen (Los Juegos del Hambre) y Edward Cullen (Crepúsculo), y aquí lo reafirman. Sissy Spacek, aunque con un rol secundario, demuestra oficio, al igual que Nick Nolte en su breve aparición como el padre de Jackson. Mátate, Amor se basa en la novela de la autora argentina Mariana Harwicz, y ya puedes verla en cines chilenos.
El cine japonés vuelve a explorar el terror desde lo emocional conDollhouse: Muñeca Maldita, dirigida por Shinobu Yaguchi y protagonizada por Masami Nagasawa y Koji Seto. La película parte de una tragedia doméstica: una pareja pierde a su hija en un accidente, y la madre, devastada, compra en una feria una muñeca antigua que guarda un inquietante parecido con la niña. La adopta como consuelo, la viste y la cuida como si fuera real, hasta que la vida sigue y la pareja decide tener otra hija. Cuando la nueva niña encuentra la muñeca, lo que comenzó como un refugio para el duelo se transforma en una pesadilla: la muñeca parece moverse sola, reaparece en lugares imposibles y su presencia va volviendo cada vez más violenta la vida familiar. Dollhouse mezcla con eficacia los referentes de las muñecas poseídas -hay guiños innegables a Annabelle y a Child’s Play- con la atmósfera del J-horror, donde el dolor y la culpa alimentan lo sobrenatural. Hay momentos de puro entretenimiento -incluso una secuencia que recuerda a un episodio clásico de Chucky 3 dentro de un camión de basura- y giros que sorprenden, porque la película decide revelar su misterio poco a poco, como una investigación que se vuelve casi policial: los padres conocen a personajes del mundo oculto, hurgan en leyendas y descubren capas de maldad que no esperaban. Masami Nagasawa sostiene el film con solvencia: su interpretación transmite el costado humano del duelo -fragilidad, negación, necesidad de reemplazo- y hace creíble que una muñeca pueda convertirse en el epicentro del terror doméstico. Koji Seto acompaña desde un lugar más contenido, como el contrapeso racional que intenta salvar lo que queda de la familia. Visualmente la película apuesta por una puesta sobria: la muñeca, de loza y apariencia casi normal, es usada como un objeto inquietante que no necesita grandes trucos para perturbar; la fotografía y las locaciones refuerzan la sensación de vacío y aislamiento. Donde falla un poco es en la parte final: el acto conclusivo se estira más de la cuenta y la explicación del origen y la maldición queda, en algunos pasajes, confusa —ese exceso de claridad narrativa termina por restar algo de la potencia del misterio. Aun así, Dollhouse no busca ser el pináculo del pavor como Ringu, sino una mezcla efectiva de suspense y emoción que entrega buenos sobresaltos y varios momentos realmente inquietantes. En definitiva, es una buena muestra del J-horror contemporáneo: no te hará saltar de la butaca hasta descomponerte, pero sí te dejará con la piel de gallina y una sensación persistente de inquietud —esa sensación de que algunos objetos no solo guardan recuerdos, sino que pueden convertirlos en armas. Ya en cines chilenos.
La franquicia Depredador vuelve con fuerza gracias a Dan Trachtenberg, quien tras ”Prey” (2022) y la cinta animada Cazador de Asesinos consolida su lugar como el nuevo arquitecto de este universo. Con “Depredador: Tierras Salvajesñ (Predator: Badlands), el director entrega una de las películas más ambiciosas y emocionantes de la saga, combinando acción brutal, mitología alienígena y una sorprendente carga emocional. Ambientada varios siglos después de los eventos de “Prey”, la historia sigue a Dek (interpretado por Dimitrius Schuster-Koloamatangi), un joven cazador que busca probar su valor dentro de su clan de depredadores y vengarse de su tirano padre. Su misión lo llevará a un planeta inhóspito dominado por bestias salvajes y cazadores rivales, donde deberá enfrentarse a un desafío que pondrá a prueba no solo su fuerza, sino también su honor. En su camino encontrará inesperados aliados, como Thia ( Elle Fanning), quien interpreta a un sintético de la Weyland-Yutani que ha perdido a su tripulación tras un ataque devastador. Juntos unirán fuerzas para cumplir sus diferentes misiones. A diferencia de las entregas clásicas, Tierras Salvajes se atreve a colocar al Depredador como protagonista, explorando su cultura, idioma y jerarquía social. Ya no es el monstruo invisible que acechaba a Schwarzenegger o Danny Glover, sino una criatura con propósito, identidad y conflicto interno. Dimitrius Schuster-Koloamatangi ofrece una interpretación sorprendente como Dek : posee una presencia física imponente, pero también logra transmitir vulnerabilidad y emoción, incluso bajo el pesado maquillaje y los efectos prostéticos. Su arco se siente real y conmovedor, algo poco común en una cinta de este tipo. Por su parte, Elle Fanning brilla en un doble papel como Thia y Thessa, dos sintéticos con personalidades opuestas: la primera, noble y sensible; la segunda, reprogramada por Weyland-Yutani para ejecutar planes brutales. Fanning demuestra una vez más su versatilidad, moviéndose con naturalidad entre el cine de autor y el blockbuster, entregando matices que elevan la película. Visualmente, la película es una experiencia cinematográfica arrolladora. Trachtenberg demuestra un control absoluto sobre la puesta en escena: los efectos visuales son sobresalientes, el maquillaje prostético luce impresionante, y la fotografía —a cargo de Jeff Cutter, colaborador habitual del director— convierte cada paisaje en un cuadro épico. Verla en formato IMAX es prácticamente obligatorio. Uno de los aspectos más comentados es la inclusión directa de la Weyland-Yutani, que establece un vínculo oficial entre el universo de Alien y el de Depredador. Aunque en el pasado existieron los spin-offs de Alien vs. Predator (2004) y AVP: Requiem (2007), aquellas películas nunca fueron consideradas parte del canon principal. Tierras Salvajes marca así la primera conexión formal dentro de las líneas narrativas de ambas franquicias. En definitiva, Depredador: Tierras Salvajes es una película completa, poderosa y sorprendentemente emotiva, que confirma el renacimiento de una saga icónica. Si disfrutaste Prey o Alien: Romulus, esta nueva entrega te va a fascinar. Ya está en cines chilenos.
Hay películas que nacen de un plan minucioso, y otras que simplemente aparecen. “Ensayos y errores”, dirigida por Ignacio Rojas Vallejo, pertenece a la segunda categoría: un documental que comenzó como un experimento diario en la boutique de su madre, y terminó convirtiéndose en un retrato tan personal como universal sobre la perseverancia, la creatividad y el vínculo familiar. La película sigue a Ignacio, un joven cineasta desempleado que intenta filmar su primera obra mientras trabaja en la tienda de ropa de su madre. Entre clientas, vestidos y conversaciones cotidianas, el director registra con humor y ternura los tropiezos de la adultez, el miedo al fracaso y el amor por el cine, transformando la rutina en una búsqueda artística y emocional. “Partió con la necesidad de hacer algo parecido al cine” , cuenta Ignacio. “Estaba en la tienda, con mucho tiempo muerto, y pensé que podía aprovecharlo para filmar todos los días. Con el tiempo, ese ejercicio terminó convirtiéndose en una película, sin que la película supiera al principio que lo iba a ser”. Lo que nació como un juego terminó siendo una reflexión sobre la frustración y la constancia. “La gente no sabe lo frustrante que puede ser hacer una película,” dice el realizador. “Pero lo importante es no rendirse. Filmar me producía alegría; cuando no lo hacía, me sentía triste. Creo que eso es lo más bonito: descubrir que, a pesar de todo, el cine te hace bien”. Su madre, Paula Vallejo Reyes, coprotagonista de la película, recuerda con ternura el proceso: “Yo no sabía ni siquiera para qué estaba filmando. Y de pronto un día me dijo: ‘Mamá, voy a un festival, a la Cineteca Nacional’. Ver la película completa por primera vez fue una gran sorpresa. Sentí mucha alegría y agradecimiento de que lo hubiera logrado, pese a todas las dificultades”. La relación entre ambos atraviesa toda la película, marcada por el amor al cine y una complicidad que traspasa la pantalla. “Siempre nos recomendamos películas”, comenta Ignacio. “Por suerte nací en una familia muy cinéfila: mi mamá y mi papá siempre estaban viendo cine, y nunca me restringieron nada. Gracias a ese apoyo pude estudiar cine y dedicarme a esto”. En cuanto a influencias, Rojas se declara admirador de los clásicos: Hitchcock, Lubitsch y el cine mudo. “Ensayos y errores es contemporánea, pero estructuralmente clásica; tiene tres actos, un arco claro. Me interesa mucho esa mezcla”. Paula, por su parte, confiesa su amor por Drácula de Coppola y el cine romántico: “Me gustan las películas que dejan algo, que alimentan el alma”. El director ya trabaja en una segunda película, donde esta vez aparece su padre: “Va a ser como un díptico familiar. Quiero que ambas se vean como parte de un mismo universo personal, donde la familia y el cine se entrelazan”. Finalmente, Rojas hace un llamado al público y a las salas: “En Chile se están haciendo propuestas muy diversas y frescas. Ojalá las cadenas se atrevan a tener más cine chileno en cartelera. Así como la gente va a ver Marvel, también puede ir a ver nuestras películas”. Gracias a Miradoc Estrenos, Ensayos y errores se estará exhibiendo en salas lo largo de Chile. Conversamos con Ignacio Rojas Vallejo y Paula Vallejo Reyes sobre cómo una cámara, una tienda y una madre se convirtieron en el punto de partida de una de las películas más originales del documental chileno reciente. Mira la entrevista completa en nuestro canal de YouTube.
Es el año 1994 y Margarita se dedica a la venta de celulares en Puerto Montt, dando a conocer una nueva tecnología que promete la comunicación soñada para áreas rurales. Junto a su compañero Cucho, recorren diferentes lugares enfrentándose a situaciones que pueden convertirse en complejos momentos. Esta es la historia que nos cuenta “Lo que no se dijo”, película dirigida por Ricardo Valenzuela y que en su elenco tiene a Patricia Cuyul, Héctor Morales y Mariana Loyola. Una mirada a los procesos de comunicación y a su desarrollo en distintas etapas de la vida. Margarita debe lidiar con distintas realidades mientras intenta hacer su trabajo. Su madre es una mujer con movilidad reducida, que ha decidido permanecer en silencio desde la venida a Chile del Papa Juan Pablo II en 1987 y, además, debe cuidar a su hija pre adolescente, por lo que debe hacer calzar todo esto con sus tiempos. Una vida en donde vemos distintos niveles de comunicación, donde los contrastes se hacen presente. Por un lado tenemos la promesa de vivir más conectados gracias a la tecnología y por otro el silencio en el propio hogar de la protagonista, nos deja claro que la vida está llena de contradicciones. Cucho, interpretado con mucha gracia por Héctor Morales, es un claro ejemplo de alguien que quiere entregar un mensaje para cambiar la falta de conexión. La vecina de Margarita nos ejemplifica el “sacar afuera” lo que nos afecta y el no dejarnos pasar a llevar. La relación de Margarita con su madre, nos invita a pensar en cómo muchas veces no expresamos lo que sentimos y que, en algunas situaciones, se nos puede hacer tarde para decir lo que tenemos dentro. Una contradicción con la labor que lleva a cabo la protagonista y su gran labia para vender celulares. Una propuesta llena de capas que nos propone pensar sobre la comunicación en nuestras vidas y los momentos para decir las cosas. Si quieres ver “Lo que no se dijo”, ya se encuentra disponible en salas de cine del país.
La directora de la brillante y perturbadora Tenemos que hablar de Kevin (2011), Lynne Ramsay, vuelve con una película intensa y emocional que busca estremecer al espectador más que agradar: un viaje sobre las relaciones, la maternidad y la salud mental. Mátate, Amor (Die My Love) es una potente historia sobre una joven mujer, Grace ( Jennifer Lawrence), que no ha tenido una vida fácil, cargando con traumas de infancia, pero que en su relación con Jackson ( Robert Pattinson) encuentra un refugio, uno que parece desvanecerse tras mudarse a una zona rural apartada y con la llegada de su primer hijo. La cinta es un viaje en el que vemos a Grace desvanecerse entre la soledad, la maternidad y la falta de empatía de su pareja, quien parece mantenerse indiferente a lo que ella vive. Solo su suegra, estelarizada por Sissy Spacek, comprende lo que pasa con ella, una mujer mayor que a su vez se encuentra lidiando con la pérdida de su marido, primero por la demencia y luego por la muerte. Con una estética desgastada y apagada, seguimos esta historia de amor que se transforma en un drama psicológico, en el que a veces cuesta distinguir qué es real y qué no. Esta película puede resultar densa o confusa para algunos, pero para otros puede ser una joya, especialmente si logran empatizar con el personaje de Lawrence. Las actuaciones son el gran e innegable atractivo de la cinta: tanto Jennifer Lawrence como Robert Pattinson ya han demostrado con creces que son mucho más que Katniss Everdeen (Los Juegos del Hambre) y Edward Cullen (Crepúsculo), y aquí lo reafirman. Sissy Spacek, aunque con un rol secundario, demuestra oficio, al igual que Nick Nolte en su breve aparición como el padre de Jackson. Mátate, Amor se basa en la novela de la autora argentina Mariana Harwicz, y ya puedes verla en cines chilenos.
El cine japonés vuelve a explorar el terror desde lo emocional conDollhouse: Muñeca Maldita, dirigida por Shinobu Yaguchi y protagonizada por Masami Nagasawa y Koji Seto. La película parte de una tragedia doméstica: una pareja pierde a su hija en un accidente, y la madre, devastada, compra en una feria una muñeca antigua que guarda un inquietante parecido con la niña. La adopta como consuelo, la viste y la cuida como si fuera real, hasta que la vida sigue y la pareja decide tener otra hija. Cuando la nueva niña encuentra la muñeca, lo que comenzó como un refugio para el duelo se transforma en una pesadilla: la muñeca parece moverse sola, reaparece en lugares imposibles y su presencia va volviendo cada vez más violenta la vida familiar. Dollhouse mezcla con eficacia los referentes de las muñecas poseídas -hay guiños innegables a Annabelle y a Child’s Play- con la atmósfera del J-horror, donde el dolor y la culpa alimentan lo sobrenatural. Hay momentos de puro entretenimiento -incluso una secuencia que recuerda a un episodio clásico de Chucky 3 dentro de un camión de basura- y giros que sorprenden, porque la película decide revelar su misterio poco a poco, como una investigación que se vuelve casi policial: los padres conocen a personajes del mundo oculto, hurgan en leyendas y descubren capas de maldad que no esperaban. Masami Nagasawa sostiene el film con solvencia: su interpretación transmite el costado humano del duelo -fragilidad, negación, necesidad de reemplazo- y hace creíble que una muñeca pueda convertirse en el epicentro del terror doméstico. Koji Seto acompaña desde un lugar más contenido, como el contrapeso racional que intenta salvar lo que queda de la familia. Visualmente la película apuesta por una puesta sobria: la muñeca, de loza y apariencia casi normal, es usada como un objeto inquietante que no necesita grandes trucos para perturbar; la fotografía y las locaciones refuerzan la sensación de vacío y aislamiento. Donde falla un poco es en la parte final: el acto conclusivo se estira más de la cuenta y la explicación del origen y la maldición queda, en algunos pasajes, confusa —ese exceso de claridad narrativa termina por restar algo de la potencia del misterio. Aun así, Dollhouse no busca ser el pináculo del pavor como Ringu, sino una mezcla efectiva de suspense y emoción que entrega buenos sobresaltos y varios momentos realmente inquietantes. En definitiva, es una buena muestra del J-horror contemporáneo: no te hará saltar de la butaca hasta descomponerte, pero sí te dejará con la piel de gallina y una sensación persistente de inquietud —esa sensación de que algunos objetos no solo guardan recuerdos, sino que pueden convertirlos en armas. Ya en cines chilenos.
La franquicia Depredador vuelve con fuerza gracias a Dan Trachtenberg, quien tras ”Prey” (2022) y la cinta animada Cazador de Asesinos consolida su lugar como el nuevo arquitecto de este universo. Con “Depredador: Tierras Salvajesñ (Predator: Badlands), el director entrega una de las películas más ambiciosas y emocionantes de la saga, combinando acción brutal, mitología alienígena y una sorprendente carga emocional. Ambientada varios siglos después de los eventos de “Prey”, la historia sigue a Dek (interpretado por Dimitrius Schuster-Koloamatangi), un joven cazador que busca probar su valor dentro de su clan de depredadores y vengarse de su tirano padre. Su misión lo llevará a un planeta inhóspito dominado por bestias salvajes y cazadores rivales, donde deberá enfrentarse a un desafío que pondrá a prueba no solo su fuerza, sino también su honor. En su camino encontrará inesperados aliados, como Thia ( Elle Fanning), quien interpreta a un sintético de la Weyland-Yutani que ha perdido a su tripulación tras un ataque devastador. Juntos unirán fuerzas para cumplir sus diferentes misiones. A diferencia de las entregas clásicas, Tierras Salvajes se atreve a colocar al Depredador como protagonista, explorando su cultura, idioma y jerarquía social. Ya no es el monstruo invisible que acechaba a Schwarzenegger o Danny Glover, sino una criatura con propósito, identidad y conflicto interno. Dimitrius Schuster-Koloamatangi ofrece una interpretación sorprendente como Dek : posee una presencia física imponente, pero también logra transmitir vulnerabilidad y emoción, incluso bajo el pesado maquillaje y los efectos prostéticos. Su arco se siente real y conmovedor, algo poco común en una cinta de este tipo. Por su parte, Elle Fanning brilla en un doble papel como Thia y Thessa, dos sintéticos con personalidades opuestas: la primera, noble y sensible; la segunda, reprogramada por Weyland-Yutani para ejecutar planes brutales. Fanning demuestra una vez más su versatilidad, moviéndose con naturalidad entre el cine de autor y el blockbuster, entregando matices que elevan la película. Visualmente, la película es una experiencia cinematográfica arrolladora. Trachtenberg demuestra un control absoluto sobre la puesta en escena: los efectos visuales son sobresalientes, el maquillaje prostético luce impresionante, y la fotografía —a cargo de Jeff Cutter, colaborador habitual del director— convierte cada paisaje en un cuadro épico. Verla en formato IMAX es prácticamente obligatorio. Uno de los aspectos más comentados es la inclusión directa de la Weyland-Yutani, que establece un vínculo oficial entre el universo de Alien y el de Depredador. Aunque en el pasado existieron los spin-offs de Alien vs. Predator (2004) y AVP: Requiem (2007), aquellas películas nunca fueron consideradas parte del canon principal. Tierras Salvajes marca así la primera conexión formal dentro de las líneas narrativas de ambas franquicias. En definitiva, Depredador: Tierras Salvajes es una película completa, poderosa y sorprendentemente emotiva, que confirma el renacimiento de una saga icónica. Si disfrutaste Prey o Alien: Romulus, esta nueva entrega te va a fascinar. Ya está en cines chilenos.