El director australiano Sean Byrne, recordado por la perturbadora The Loved Ones, regresa con “Animales Peligrosos” (Dangerous Animals), un thriller de terror que mezcla dos géneros tan gastados como efectivos: el de tiburones asesinos y el de los serial killers. Estrenada en la Quincena de Realizadores de Cannes, el resultado es un film B de gran factura técnica y ritmo vertiginoso, que logra destacar dentro de un mar saturado de producciones similares. La historia sigue a Zephyr ( Hassie Harrison), una surfista estadounidense que viaja a Australia convencida de que el mar es el único lugar donde puede sentirse libre. Su sueño de independencia pronto se transforma en pesadilla cuando conoce a Tucker ( Jai Courtney), un psicópata que la secuestra en su barco para sacrificar mujeres en alta mar, usándolas como carnada para tiburones. Con 98 minutos de duración, la cinta no pierde tiempo en construir tensión, alternando escenas de mar abierto con la claustrofobia del encierro en el bote. La fotografía de Shelley Farthing-Dawe aprovecha la luz natural de las playas de Queensland —donde se rodó gran parte del film— y contrasta esos paisajes abiertos con los espacios cerrados donde se cocina el horror. El diseño de producción de Pete Baxter refuerza esta dualidad: belleza natural versus brutalidad humana. Byrne y su equipo trabajaron con metraje real de tiburones mezclado con efectos visuales, lo que otorga una textura particular a las escenas submarinas. En el apartado actoral, aunque todavía le falta para ser una gran actriz, Harrison entrega una protagonista convincente que oscila entre la vulnerabilidad y la resistencia extrema, mientras que Jai Courtney construye un villano inquietante, patético y divertido, casi una versión desquiciada de Tom Hardy. Josh Heuston y Ella Newton completan el reparto en roles secundarios, pero el foco está puesto en ese duelo constante entre víctima y verdugo. Si bien el último acto se ve afectado por algunos excesos inverosímiles —la protagonista sobrevive a heridas imposibles y toma decisiones algo estúpidas—, Animales Peligrosos se mantiene como una experiencia entretenida, brutal y visualmente sólida, con varias referencias al cine de terror en general e -incluso- una escena que a más de algunos le recordará la primera parte de “El Juego del Miedo”. No es perfecta, pero se deja ver. Eso sí, más allá de los tiburones, la película deja claro que los verdaderos animales peligrosos son los humanos, capaces de pervertir la naturaleza en nombre de sus propios traumas. Ya está en cines chilenos.
El director australiano Sean Byrne, recordado por la perturbadora The Loved Ones, regresa con “Animales Peligrosos” (Dangerous Animals), un thriller de terror que mezcla dos géneros tan gastados como efectivos: el de tiburones asesinos y el de los serial killers. Estrenada en la Quincena de Realizadores de Cannes, el resultado es un film B de gran factura técnica y ritmo vertiginoso, que logra destacar dentro de un mar saturado de producciones similares. La historia sigue a Zephyr ( Hassie Harrison), una surfista estadounidense que viaja a Australia convencida de que el mar es el único lugar donde puede sentirse libre. Su sueño de independencia pronto se transforma en pesadilla cuando conoce a Tucker ( Jai Courtney), un psicópata que la secuestra en su barco para sacrificar mujeres en alta mar, usándolas como carnada para tiburones. Con 98 minutos de duración, la cinta no pierde tiempo en construir tensión, alternando escenas de mar abierto con la claustrofobia del encierro en el bote. La fotografía de Shelley Farthing-Dawe aprovecha la luz natural de las playas de Queensland —donde se rodó gran parte del film— y contrasta esos paisajes abiertos con los espacios cerrados donde se cocina el horror. El diseño de producción de Pete Baxter refuerza esta dualidad: belleza natural versus brutalidad humana. Byrne y su equipo trabajaron con metraje real de tiburones mezclado con efectos visuales, lo que otorga una textura particular a las escenas submarinas. En el apartado actoral, aunque todavía le falta para ser una gran actriz, Harrison entrega una protagonista convincente que oscila entre la vulnerabilidad y la resistencia extrema, mientras que Jai Courtney construye un villano inquietante, patético y divertido, casi una versión desquiciada de Tom Hardy. Josh Heuston y Ella Newton completan el reparto en roles secundarios, pero el foco está puesto en ese duelo constante entre víctima y verdugo. Si bien el último acto se ve afectado por algunos excesos inverosímiles —la protagonista sobrevive a heridas imposibles y toma decisiones algo estúpidas—, Animales Peligrosos se mantiene como una experiencia entretenida, brutal y visualmente sólida, con varias referencias al cine de terror en general e -incluso- una escena que a más de algunos le recordará la primera parte de “El Juego del Miedo”. No es perfecta, pero se deja ver. Eso sí, más allá de los tiburones, la película deja claro que los verdaderos animales peligrosos son los humanos, capaces de pervertir la naturaleza en nombre de sus propios traumas. Ya está en cines chilenos.