El director Roger Corman llevó a la pantalla grande varias obras del escritor Edgar Allan Poe durante la década de los sesenta, yEl Entierro Prematuro -también conocida como La Obsesión- es una de ellas, inspirada de forma libre en el relato original. En esta película de terror gótico de bajo presupuesto, se explora uno de los mayores temores de siglos pasados: la catalepsia, un trastorno neurológico que hace que las personas parezcan muertas. En tiempos en que la medicina no contaba con los medios para detectarlo, muchos fueron enterrados vivos, y de ese espanto nace esta historia protagonizada por el ganador del Oscar Ray Milland (The Lost Weekend, Dial M for Murder). Milland interpreta a Guy Carrell, un hombre que descubre que su padre fue erróneamente enterrado tras sufrir un ataque de catalepsia. Desde ese momento, su vida se ve dominada por la obsesión y el miedo a sufrir el mismo destino. La paranoia lo consume y su entorno, lejos de ayudarlo, alimenta su temor por interés o ambición: su hermana Kate ( Heather Angel, Lifeboat, La Sospecha), y su aparentemente comprensiva esposa Emily ( Hazel Court, El Cuervo, La máscara de la muerte roja). Guy no puede dormir. Dedica sus días a idear formas de escapar de la muerte, incluso llega a construir una cripta especial con mecanismos que le permitirían salir si llegara a ser enterrado vivo. Su descenso hacia la locura es inevitable, y el espectador lo acompaña en esa angustia. Ray Milland se luce en esta producción sencilla, pero efectiva, logrando transmitir una desesperación palpable. Es una de esas películas que dejan al público reflexionando sobre sus propios miedos, mucho después de que termina la función. Aunque El Entierro Prematuro es una de las menos recordadas dentro del ciclo Poe/Corman, no por eso es inferior. De hecho, sus temas sobre la obsesión, la muerte y la pérdida de la razón están tan presentes como en las más célebres adaptaciones. Un dato curioso: es la única película de la colaboración entre Roger Corman y Edgar Allan Poe en la que no participa Vincent Price, figura habitual de este ciclo cinematográfico.
El director Roger Corman llevó a la pantalla grande varias obras del escritor Edgar Allan Poe durante la década de los sesenta, yEl Entierro Prematuro -también conocida como La Obsesión- es una de ellas, inspirada de forma libre en el relato original. En esta película de terror gótico de bajo presupuesto, se explora uno de los mayores temores de siglos pasados: la catalepsia, un trastorno neurológico que hace que las personas parezcan muertas. En tiempos en que la medicina no contaba con los medios para detectarlo, muchos fueron enterrados vivos, y de ese espanto nace esta historia protagonizada por el ganador del Oscar Ray Milland (The Lost Weekend, Dial M for Murder). Milland interpreta a Guy Carrell, un hombre que descubre que su padre fue erróneamente enterrado tras sufrir un ataque de catalepsia. Desde ese momento, su vida se ve dominada por la obsesión y el miedo a sufrir el mismo destino. La paranoia lo consume y su entorno, lejos de ayudarlo, alimenta su temor por interés o ambición: su hermana Kate ( Heather Angel, Lifeboat, La Sospecha), y su aparentemente comprensiva esposa Emily ( Hazel Court, El Cuervo, La máscara de la muerte roja). Guy no puede dormir. Dedica sus días a idear formas de escapar de la muerte, incluso llega a construir una cripta especial con mecanismos que le permitirían salir si llegara a ser enterrado vivo. Su descenso hacia la locura es inevitable, y el espectador lo acompaña en esa angustia. Ray Milland se luce en esta producción sencilla, pero efectiva, logrando transmitir una desesperación palpable. Es una de esas películas que dejan al público reflexionando sobre sus propios miedos, mucho después de que termina la función. Aunque El Entierro Prematuro es una de las menos recordadas dentro del ciclo Poe/Corman, no por eso es inferior. De hecho, sus temas sobre la obsesión, la muerte y la pérdida de la razón están tan presentes como en las más célebres adaptaciones. Un dato curioso: es la única película de la colaboración entre Roger Corman y Edgar Allan Poe en la que no participa Vincent Price, figura habitual de este ciclo cinematográfico.