Thunderbolts* arranca con un gesto simbólico: el tradicional logo de Marvel aparece oscurecido, sumido en tinieblas, como si la propia franquicia estuviera reconociendo el momento oscuro que vive su universo. Porque esta historia no transcurre en tiempos de gloria: vivimos en un presente donde Los Vengadores son parte del pasado. Iron Man está muerto, Steve Rogers retirado, y el resto de los héroes clásicos han desaparecido del escenario. En ese vacío, surgen los Thunderbolts, un grupo de figuras menores, inestables o incluso olvidadas del UCM. Y, contra todo pronóstico, esta reunión de inadaptados resulta ser una de las entregas más sólidas y emotivas que La Casa de las Ideas ha ofrecido en el último tiempo. La película se sitúa cronológicamente después de “Capitán América: Un nuevo orden mundial” y recoge las consecuencias de un mundo sin símbolos claros, donde el gobierno decide formar su propio escuadrón: no de héroes, sino de sobrevivientes, mercenarios, soldados rotos y figuras problemáticas. Lejos de depender exclusivamente de la espectacularidad visual, Thunderbolts se construye sobre pilares profundamente humanos: la soledad, el duelo, la necesidad de redención, y la búsqueda de conexión. En tiempos en que el Universo Cinematográfico de Marvel parecía perdido en sus propios excesos narrativos, esta cinta propone una vuelta a lo esencial: personajes tratando de encontrar su lugar en el mundo. El elenco reúne a varios rostros conocidos. Florence Pugh vuelve como Yelena Belova, esta vez explorando con más matices el duelo tras la muerte de Natasha. David Harbour aporta carisma y vulnerabilidad como Red Guardian. Sebastian Stan regresa como Bucky Barnes, aportando gravedad y experiencia al grupo. También destacan Wyatt Russell como John Walker, Olga Kurylenko como Taskmaster y Hannah John-Kamen como Ghost, personajes que vuelven tras apariciones anteriores en el UCM, y que aquí ganan una nueva dimensión. La gran novedad es la introducción de Sentry, uno de los personajes más poderosos y complejos del universo Marvel, interpretado por Lewis Pullman (Top Gun: Maverick, Outer Range). Dotado de fuerza descomunal y un lado oscuro conocido como “The Void”, Sentry es una figura trágica que aporta una tensión inusual al relato, y cuya presencia puede redefinir el futuro del UCM. La historia no busca grandes artificios: una misión gubernamental con objetivos ambiguos se convierte en el punto de partida para una exploración emocional del equipo. Cada personaje lidia con sus propios demonios, y en ese proceso, logran formar algo parecido a una familia disfuncional. Gracias a un guion sobrio y actuaciones comprometidas, Thunderbolts logra lo que muchas superproducciones recientes han olvidado: emocionarnos. Las escenas post-créditos abren nuevas puertas para el UCM y dejan en claro que Thunderbolts no es solo un “spin-off de villanos”, sino una pieza importante en la reorganización del universo Marvel, la clave está en el asterisco que lleva el título. Si en los últimos años el estudio ha tenido dificultades para recuperar el entusiasmo del público, esta cinta demuestra que todavía puede sorprender y conmover. Queda por ver qué dirección tomará Marvel con “Los Cuatro Fantásticos: Primeros Pasos” en julio de este año, pero si lo que viene sigue este camino, podríamos estar ante una esperada segunda era de oro para el UCM. Thunderbolts* ya está en salas chilenas.
Desde la muerte de Thanos y Tony Stark en Avengers: Endgame, el Universo Cinematográfico de Marvel ha tambaleado, como si la espina dorsal de la franquicia se hubiera quebrado. En los últimos años, hemos visto películas menores y series de televisión que han generado poco impacto en el público general, tal vez por el agotamiento natural del género de superhéroes. Aun así, Marvel sigue intentando encontrar un nuevo golpe de suerte. Capitán América: Un Nuevo Mundo pertenece a la Fase 5 del UCM, la misma que comenzó en 2023 con la decepcionante Ant-Man and the Wasp: Quantumania, y al parecer, esta nueva entrega tampoco logra revertir el desgaste de la franquicia. En esta cuarta película de la saga del Capitán América, el escudo ya no está en manos de Steve Rogers, sino de Sam Wilson ( Anthony Mackie), su discípulo, quien heredó la responsabilidad al final de Endgame. Luego de los eventos de Falcon y el Soldado de Invierno, Wilson ha tenido que lidiar con el peso de su nuevo rol, marcado por la inseguridad de no estar a la altura. La historia arranca cuando Wilson y su compañero Joaquín Torres ( Danny Ramirez) interceptan una venta ilegal de adamantium. Poco después, ambos son invitados a la Casa Blanca por el recién electo presidente Thaddeus Ross ( Harrison Ford, reemplazando al fallecido William Hurt). Sin embargo, un brutal atentado desata una crisis global que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial, llevando a Wilson y Torres a descubrir quién está realmente detrás del ataque. Como es habitual en las películas del Capitán América, la trama está cargada de intriga, paranoia, control mental y traiciones, con un aire que recuerda a los thrillers políticos de la Guerra Fría. El director Julius Onah intenta replicar el éxito de El Soldado de Invierno, pero el resultado es una historia menos sólida, con cabos sueltos y momentos confusos. Además, no se ahonda lo suficiente en el conflicto interno de Sam Wilson, lo que impide que el público conecte realmente con él. Es una lástima, porque Mackie demuestra comodidad en el papel y se le podría haber sacado mucho más provecho. La película también introduce a un nuevo personaje interpretado por Giancarlo Esposito, quien llega con su carisma habitual y un aire de misterio que prometía mucho. Sin embargo, su rol dentro de la historia es mínimo, con una relevancia que se siente forzada y poco justificada. Su presencia no aporta demasiado al conflicto principal, y parece más una estrategia para sumar un nombre reconocido al reparto que un personaje realmente necesario para la trama. Lo más curioso —y atractivo— de la película es su inesperada conexión con The Incredible Hulk (2008), una cinta que muchos consideraban olvidada dentro del UCM. Gran parte del argumento se sostiene en elementos de aquella película, incluyendo el regreso de ciertos personajes, situaciones e incluso su villano, interpretado por un impecable Tim Blake Nelson. Lamentablemente, este anclaje al pasado hace que la película se enfoque más en cerrar hilos sueltos que en construir el futuro de la franquicia. Se presentan elementos clave como el adamantium, el Celestial en el Océano Índico (visto en Eternals) y la posibilidad de reformar a los Vengadores, pero todo se siente superficial, como si la película solo estuviera preparando el terreno para algo más grande. De hecho, bien podría haber sido parte de la Fase 2 o un capítulo extendido de Falcon y el Soldado de Invierno. Y, por supuesto, no podemos ignorar el mayor error de la cinta : revelar a Hulk Rojo en afiches y tráilers. La película intenta manejarlo como un giro sorpresivo, pero para el público ya era un secreto a voces. Si bien la pelea final es decente, su desenlace es predecible y poco inspirado, dejando la sensación de una oportunidad desperdiciada. Para rematar, la escena post-créditos tampoco logra aportar algo nuevo o impactante. En lugar de sorprender con un adelanto futuro de la franquicia, se limita a revelar -de manera obvia- que el multiverso existe, una información que el UCM ha repetido en varias películas y series previas. La falta de imaginación en este cierre solo refuerza la sensación de que la saga está estancada. En definitiva, Capitán América: Un Nuevo Mundo es una secuela mediocre pero entretenida. No está entre lo mejor de Marvel, pero al menos resuelve algunas dudas que dejó The Incredible Hulk. ¿Veremos a Edward Norton en el futuro? Ya está en cines chilenos.
Thunderbolts* arranca con un gesto simbólico: el tradicional logo de Marvel aparece oscurecido, sumido en tinieblas, como si la propia franquicia estuviera reconociendo el momento oscuro que vive su universo. Porque esta historia no transcurre en tiempos de gloria: vivimos en un presente donde Los Vengadores son parte del pasado. Iron Man está muerto, Steve Rogers retirado, y el resto de los héroes clásicos han desaparecido del escenario. En ese vacío, surgen los Thunderbolts, un grupo de figuras menores, inestables o incluso olvidadas del UCM. Y, contra todo pronóstico, esta reunión de inadaptados resulta ser una de las entregas más sólidas y emotivas que La Casa de las Ideas ha ofrecido en el último tiempo. La película se sitúa cronológicamente después de “Capitán América: Un nuevo orden mundial” y recoge las consecuencias de un mundo sin símbolos claros, donde el gobierno decide formar su propio escuadrón: no de héroes, sino de sobrevivientes, mercenarios, soldados rotos y figuras problemáticas. Lejos de depender exclusivamente de la espectacularidad visual, Thunderbolts se construye sobre pilares profundamente humanos: la soledad, el duelo, la necesidad de redención, y la búsqueda de conexión. En tiempos en que el Universo Cinematográfico de Marvel parecía perdido en sus propios excesos narrativos, esta cinta propone una vuelta a lo esencial: personajes tratando de encontrar su lugar en el mundo. El elenco reúne a varios rostros conocidos. Florence Pugh vuelve como Yelena Belova, esta vez explorando con más matices el duelo tras la muerte de Natasha. David Harbour aporta carisma y vulnerabilidad como Red Guardian. Sebastian Stan regresa como Bucky Barnes, aportando gravedad y experiencia al grupo. También destacan Wyatt Russell como John Walker, Olga Kurylenko como Taskmaster y Hannah John-Kamen como Ghost, personajes que vuelven tras apariciones anteriores en el UCM, y que aquí ganan una nueva dimensión. La gran novedad es la introducción de Sentry, uno de los personajes más poderosos y complejos del universo Marvel, interpretado por Lewis Pullman (Top Gun: Maverick, Outer Range). Dotado de fuerza descomunal y un lado oscuro conocido como “The Void”, Sentry es una figura trágica que aporta una tensión inusual al relato, y cuya presencia puede redefinir el futuro del UCM. La historia no busca grandes artificios: una misión gubernamental con objetivos ambiguos se convierte en el punto de partida para una exploración emocional del equipo. Cada personaje lidia con sus propios demonios, y en ese proceso, logran formar algo parecido a una familia disfuncional. Gracias a un guion sobrio y actuaciones comprometidas, Thunderbolts logra lo que muchas superproducciones recientes han olvidado: emocionarnos. Las escenas post-créditos abren nuevas puertas para el UCM y dejan en claro que Thunderbolts no es solo un “spin-off de villanos”, sino una pieza importante en la reorganización del universo Marvel, la clave está en el asterisco que lleva el título. Si en los últimos años el estudio ha tenido dificultades para recuperar el entusiasmo del público, esta cinta demuestra que todavía puede sorprender y conmover. Queda por ver qué dirección tomará Marvel con “Los Cuatro Fantásticos: Primeros Pasos” en julio de este año, pero si lo que viene sigue este camino, podríamos estar ante una esperada segunda era de oro para el UCM. Thunderbolts* ya está en salas chilenas.
Desde la muerte de Thanos y Tony Stark en Avengers: Endgame, el Universo Cinematográfico de Marvel ha tambaleado, como si la espina dorsal de la franquicia se hubiera quebrado. En los últimos años, hemos visto películas menores y series de televisión que han generado poco impacto en el público general, tal vez por el agotamiento natural del género de superhéroes. Aun así, Marvel sigue intentando encontrar un nuevo golpe de suerte. Capitán América: Un Nuevo Mundo pertenece a la Fase 5 del UCM, la misma que comenzó en 2023 con la decepcionante Ant-Man and the Wasp: Quantumania, y al parecer, esta nueva entrega tampoco logra revertir el desgaste de la franquicia. En esta cuarta película de la saga del Capitán América, el escudo ya no está en manos de Steve Rogers, sino de Sam Wilson ( Anthony Mackie), su discípulo, quien heredó la responsabilidad al final de Endgame. Luego de los eventos de Falcon y el Soldado de Invierno, Wilson ha tenido que lidiar con el peso de su nuevo rol, marcado por la inseguridad de no estar a la altura. La historia arranca cuando Wilson y su compañero Joaquín Torres ( Danny Ramirez) interceptan una venta ilegal de adamantium. Poco después, ambos son invitados a la Casa Blanca por el recién electo presidente Thaddeus Ross ( Harrison Ford, reemplazando al fallecido William Hurt). Sin embargo, un brutal atentado desata una crisis global que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial, llevando a Wilson y Torres a descubrir quién está realmente detrás del ataque. Como es habitual en las películas del Capitán América, la trama está cargada de intriga, paranoia, control mental y traiciones, con un aire que recuerda a los thrillers políticos de la Guerra Fría. El director Julius Onah intenta replicar el éxito de El Soldado de Invierno, pero el resultado es una historia menos sólida, con cabos sueltos y momentos confusos. Además, no se ahonda lo suficiente en el conflicto interno de Sam Wilson, lo que impide que el público conecte realmente con él. Es una lástima, porque Mackie demuestra comodidad en el papel y se le podría haber sacado mucho más provecho. La película también introduce a un nuevo personaje interpretado por Giancarlo Esposito, quien llega con su carisma habitual y un aire de misterio que prometía mucho. Sin embargo, su rol dentro de la historia es mínimo, con una relevancia que se siente forzada y poco justificada. Su presencia no aporta demasiado al conflicto principal, y parece más una estrategia para sumar un nombre reconocido al reparto que un personaje realmente necesario para la trama. Lo más curioso —y atractivo— de la película es su inesperada conexión con The Incredible Hulk (2008), una cinta que muchos consideraban olvidada dentro del UCM. Gran parte del argumento se sostiene en elementos de aquella película, incluyendo el regreso de ciertos personajes, situaciones e incluso su villano, interpretado por un impecable Tim Blake Nelson. Lamentablemente, este anclaje al pasado hace que la película se enfoque más en cerrar hilos sueltos que en construir el futuro de la franquicia. Se presentan elementos clave como el adamantium, el Celestial en el Océano Índico (visto en Eternals) y la posibilidad de reformar a los Vengadores, pero todo se siente superficial, como si la película solo estuviera preparando el terreno para algo más grande. De hecho, bien podría haber sido parte de la Fase 2 o un capítulo extendido de Falcon y el Soldado de Invierno. Y, por supuesto, no podemos ignorar el mayor error de la cinta : revelar a Hulk Rojo en afiches y tráilers. La película intenta manejarlo como un giro sorpresivo, pero para el público ya era un secreto a voces. Si bien la pelea final es decente, su desenlace es predecible y poco inspirado, dejando la sensación de una oportunidad desperdiciada. Para rematar, la escena post-créditos tampoco logra aportar algo nuevo o impactante. En lugar de sorprender con un adelanto futuro de la franquicia, se limita a revelar -de manera obvia- que el multiverso existe, una información que el UCM ha repetido en varias películas y series previas. La falta de imaginación en este cierre solo refuerza la sensación de que la saga está estancada. En definitiva, Capitán América: Un Nuevo Mundo es una secuela mediocre pero entretenida. No está entre lo mejor de Marvel, pero al menos resuelve algunas dudas que dejó The Incredible Hulk. ¿Veremos a Edward Norton en el futuro? Ya está en cines chilenos.