Jimmy Cliff, una de las figuras más importantes de la música jamaicana y responsable de llevar el reggae a una audiencia global, falleció a los 81 años. Su partida no solo deja un vacío en la música, sino también en la historia del cine: Cliff fue el rostro y la energía detrás de The Harder They Come (1972), una película fundamental para entender cómo el cine puede amplificar un género musical hasta convertirlo en fenómeno mundial. Para muchos, Cliff es sinónimo de canciones como “Many Rivers to Cross”, “You Can Get It If You Really Want” o su icónico cover “I Can See Clearly Now”. Pero para los cinéfilos, su nombre está sellado para siempre en una sola imagen: la de Ivanhoe Martin, el joven soñador —y luego forajido— que protagoniza ese clásico jamaicano dirigido por Perry Henzell. El músico que terminó cambiando el cine caribeño Antes del cine, Cliff ya era una estrella en ascenso. Había grabado su primer éxito a los 14 años, firmado con Island Records y girado por Europa. Pero The Harder They Come lo convertiría en un símbolo cultural. La película, rodada con presupuesto mínimo y con un espíritu casi guerrillero, se transformó en una pieza de culto. No solo capturaba la efervescencia social de Kingston, sino que ofrecía un retrato crudo del sueño de fama y las tensiones entre arte, industria y marginalidad. Cliff, que no era actor profesional, sostuvo la película con una naturalidad magnética: mezcla de vulnerabilidad, rabia y carisma puro. Su actuación conecta con la tradición de músicos que pasan al cine sin filtros ni artificios, como si la cámara simplemente captara una energía ya existente. En ese sentido, Cliff comparte ADN con figuras como Kris Kristofferson o incluso con ciertos roles de David Bowie: artistas que expandieron su mito desde la pantalla. Una banda sonora que cambió la historia La banda sonora de The Harder They Come es, por sí sola, una revolución. Canciones como “Many Rivers to Cross”, “Sitting in Limbo” y el tema titular se convirtieron en puerta de entrada al reggae para generaciones en Estados Unidos y Europa. Gracias a la película, el reggae dejó de ser un sonido local para transformarse en un ritmo global, incluso antes de la irrupción planetaria de Bob Marley. Es difícil pensar en otro caso donde una película haya tenido tanto impacto en el destino de un género musical. El legado que deja Jimmy Cliff no solo siguió grabando discos, ganando Grammys y colaborando con artistas de todo el mundo. También siguió actuando, fundó una productora y se mantuvo activo hasta hace pocos años. Su figura está en el Rock and Roll Hall of Fame y fue distinguido en Jamaica con la Orden del Mérito, un honor reservado para quienes dejan huella en la identidad del país. Pero para quienes miramos su carrera desde el cine, su legado está cristalizado en esa película de 1972: un film imperfecto, vibrante, sudoroso, que captura una energía que pocas veces ha vuelto a repetirse. Cliff no solo actuó en ella: la encarnó. Y en el proceso, ayudó a construir uno de los grandes mitos culturales del Caribe. Hoy, vuelve a surgir su voz en discos y películas; vuelve a sonar “The harder they come, the harder they fall, one and all”. La frase que marcó su carrera, su película y, de alguna manera, la historia del reggae.
El domingo 17 de agosto se confirmó la muerte de Terence Stamp, actor británico nacido en 1938 en el East End de Londres y convertido en una de las figuras más fascinantes del cine de las últimas seis décadas. Aunque no se ha informado la causa de su fallecimiento, su familia destacó que “deja tras de sí un extraordinario legado como actor y escritor que seguirá inspirando a generaciones”. Stamp irrumpió en el cine con fuerza: su debut en Billy Budd (1962) le valió una nominación al Oscar y un Globo de Oro como actor revelación. A partir de ahí, se convirtió en parte esencial del “Swinging London” de los años sesenta, trabajando con cineastas de la talla de William Wyler, Ken Loach, Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini. Una filmografía que marcó épocas En el cine británico y europeo dejó huella con interpretaciones intensas: el secuestrador obsesivo en The Collector (1965), el misterioso visitante en Teorema (1968) y su papel en Poor Cow (1967), uno de los primeros retratos de Loach sobre la clase trabajadora inglesa. En Hollywood, alcanzó la fama masiva gracias a su inolvidable General Zod en Superman (1978) y Superman II (1980). Décadas más tarde, volvió al universo del Hombre de Acero poniendo voz a Jor-El en la serie Smallville, un guiño que los fanáticos recibieron con entusiasmo. Su carrera abarca títulos tan dispares como Wall Street (1987), The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994), Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma (1999), Valkyrie (2008) y Last Night in Soho (2021). Y aunque su figura siempre será asociada a grandes producciones, muchos cinéfilos coinciden en que sus mejores interpretaciones llegaron en películas más personales: The Limey (1999), dirigida por Steven Soderbergh, donde brilla como un exconvicto británico en busca de justicia en Los Ángeles, y The Hit (1984), de Stephen Frears, un relato crepuscular sobre la traición y la redención que sigue siendo una de sus obras maestras. Un hombre de múltiples vidas Stamp no solo fue actor: también escritor y viajero incansable. Tras un período de crisis en los años setenta, se retiró a la India, donde estudió meditación y yoga antes de regresar renovado a la actuación. Fue pareja de figuras icónicas como Julie Christie y musa de fotógrafos de la época, encarnando el glamour británico de su generación. Un legado imborrable Terence Stamp será recordado como un intérprete de elegancia magnética, capaz de pasar de la fragilidad a la amenaza con una naturalidad única. Sus personajes —ya fuera el joven inquietante de The Collector, el imponente General Zod o el vengador taciturno de The Limey — siguen resonando como testimonio de un talento irrepetible. Hoy el cine pierde a un gigante, pero su mirada intensa y su voz grave permanecerán para siempre en la memoria de quienes aman las películas.
Michael Madsen, actor estadounidense de inconfundible presencia y una voz tan rasposa como sus personajes, falleció a los 67 años. Fue encontrado sin vida el lunes 1 de julio en su residencia de Malibu, California. Según su publicista Liz Rodríguez, sufrió un paro cardíaco. Dueño de una filmografía extensa y variada, Madsen será siempre recordado como Mr. Blonde, el despiadado gánster de Reservoir Dogs (1992), el primer largometraje de Quentin Tarantino, donde su interpretación de la brutal escena del corte de oreja lo elevó al panteón de los grandes villanos del cine moderno. Con Tarantino volvería a trabajar enKill Bill Vol. 1 & 2,The Hateful Eight yOnce Upon a Time in Hollywood consolidando una de las colaboraciones más icónicas del cine de autor norteamericano. Pero la carrera de Madsen no se reduce a esos títulos. Participó en más de 200 películas, muchas de ellas en el terreno del cine independiente o de culto, lo que lo convirtió en un rostro infaltable para los cinéfilos. Destacó enThelma & Louise,Donnie Brasco,Species y el clásico familiarFree Willy, donde mostró su capacidad para moverse entre géneros y registros muy diversos. Su presencia también fue habitual en thrillers de bajo presupuesto y películas de acción con sabor a videoclub noventero, donde su carisma alcanzaba para levantar cualquier historia. Para los amantes del cine más allá de los éxitos de taquilla, la filmografía de Madsen ofrece varios títulos que vale la pena redescubrir. En Kill Me Again, dirigido por John Dahl, interpreta a un criminal seductor y brutal en un neo-noir cargado de tensión, junto a Val Kilmer. En Wyatt Earp, de Lawrence Kasdan, aporta intensidad en el rol de Virgil Earp, hermano del mítico sheriff encarnado por Kevin Costner. También brilló en Mulholland Falls, policial ambientado en el Los Ángeles de los años 50, donde compartió pantalla con Nick Nolte y Jennifer Connelly. Más adelante, su participación en Hell Ride, un violento y estilizado homenaje a las películas de motociclistas producido por Tarantino, lo consolidó como figura recurrente del cine de culto contemporáneo. Estas películas muestran distintas facetas de Madsen: el matón frío, el hermano leal, el policía atormentado y el forajido crepuscular. Incluso prestó su voz al videojuego Grand Theft Auto III, consolidando su presencia en la cultura pop. Más allá de su carrera actoral, Madsen también fue poeta y fotógrafo. Publicó varios libros de poesía, donde exploraba su lado más introspectivo, vulnerable y melancólico, muy alejado de los tipos duros que solía interpretar en pantalla. Su partida deja un vacío en el cine de carácter, ese que se construye con rostros curtidos, miradas intensas y una dosis de peligro impredecible. Michael Madsen no fue una estrella convencional, pero fue mucho más: un símbolo de cierto cine perdido, imperfecto y valiente, al que él pertenecía con orgullo.
Jimmy Cliff, una de las figuras más importantes de la música jamaicana y responsable de llevar el reggae a una audiencia global, falleció a los 81 años. Su partida no solo deja un vacío en la música, sino también en la historia del cine: Cliff fue el rostro y la energía detrás de The Harder They Come (1972), una película fundamental para entender cómo el cine puede amplificar un género musical hasta convertirlo en fenómeno mundial. Para muchos, Cliff es sinónimo de canciones como “Many Rivers to Cross”, “You Can Get It If You Really Want” o su icónico cover “I Can See Clearly Now”. Pero para los cinéfilos, su nombre está sellado para siempre en una sola imagen: la de Ivanhoe Martin, el joven soñador —y luego forajido— que protagoniza ese clásico jamaicano dirigido por Perry Henzell. El músico que terminó cambiando el cine caribeño Antes del cine, Cliff ya era una estrella en ascenso. Había grabado su primer éxito a los 14 años, firmado con Island Records y girado por Europa. Pero The Harder They Come lo convertiría en un símbolo cultural. La película, rodada con presupuesto mínimo y con un espíritu casi guerrillero, se transformó en una pieza de culto. No solo capturaba la efervescencia social de Kingston, sino que ofrecía un retrato crudo del sueño de fama y las tensiones entre arte, industria y marginalidad. Cliff, que no era actor profesional, sostuvo la película con una naturalidad magnética: mezcla de vulnerabilidad, rabia y carisma puro. Su actuación conecta con la tradición de músicos que pasan al cine sin filtros ni artificios, como si la cámara simplemente captara una energía ya existente. En ese sentido, Cliff comparte ADN con figuras como Kris Kristofferson o incluso con ciertos roles de David Bowie: artistas que expandieron su mito desde la pantalla. Una banda sonora que cambió la historia La banda sonora de The Harder They Come es, por sí sola, una revolución. Canciones como “Many Rivers to Cross”, “Sitting in Limbo” y el tema titular se convirtieron en puerta de entrada al reggae para generaciones en Estados Unidos y Europa. Gracias a la película, el reggae dejó de ser un sonido local para transformarse en un ritmo global, incluso antes de la irrupción planetaria de Bob Marley. Es difícil pensar en otro caso donde una película haya tenido tanto impacto en el destino de un género musical. El legado que deja Jimmy Cliff no solo siguió grabando discos, ganando Grammys y colaborando con artistas de todo el mundo. También siguió actuando, fundó una productora y se mantuvo activo hasta hace pocos años. Su figura está en el Rock and Roll Hall of Fame y fue distinguido en Jamaica con la Orden del Mérito, un honor reservado para quienes dejan huella en la identidad del país. Pero para quienes miramos su carrera desde el cine, su legado está cristalizado en esa película de 1972: un film imperfecto, vibrante, sudoroso, que captura una energía que pocas veces ha vuelto a repetirse. Cliff no solo actuó en ella: la encarnó. Y en el proceso, ayudó a construir uno de los grandes mitos culturales del Caribe. Hoy, vuelve a surgir su voz en discos y películas; vuelve a sonar “The harder they come, the harder they fall, one and all”. La frase que marcó su carrera, su película y, de alguna manera, la historia del reggae.
El domingo 17 de agosto se confirmó la muerte de Terence Stamp, actor británico nacido en 1938 en el East End de Londres y convertido en una de las figuras más fascinantes del cine de las últimas seis décadas. Aunque no se ha informado la causa de su fallecimiento, su familia destacó que “deja tras de sí un extraordinario legado como actor y escritor que seguirá inspirando a generaciones”. Stamp irrumpió en el cine con fuerza: su debut en Billy Budd (1962) le valió una nominación al Oscar y un Globo de Oro como actor revelación. A partir de ahí, se convirtió en parte esencial del “Swinging London” de los años sesenta, trabajando con cineastas de la talla de William Wyler, Ken Loach, Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini. Una filmografía que marcó épocas En el cine británico y europeo dejó huella con interpretaciones intensas: el secuestrador obsesivo en The Collector (1965), el misterioso visitante en Teorema (1968) y su papel en Poor Cow (1967), uno de los primeros retratos de Loach sobre la clase trabajadora inglesa. En Hollywood, alcanzó la fama masiva gracias a su inolvidable General Zod en Superman (1978) y Superman II (1980). Décadas más tarde, volvió al universo del Hombre de Acero poniendo voz a Jor-El en la serie Smallville, un guiño que los fanáticos recibieron con entusiasmo. Su carrera abarca títulos tan dispares como Wall Street (1987), The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994), Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma (1999), Valkyrie (2008) y Last Night in Soho (2021). Y aunque su figura siempre será asociada a grandes producciones, muchos cinéfilos coinciden en que sus mejores interpretaciones llegaron en películas más personales: The Limey (1999), dirigida por Steven Soderbergh, donde brilla como un exconvicto británico en busca de justicia en Los Ángeles, y The Hit (1984), de Stephen Frears, un relato crepuscular sobre la traición y la redención que sigue siendo una de sus obras maestras. Un hombre de múltiples vidas Stamp no solo fue actor: también escritor y viajero incansable. Tras un período de crisis en los años setenta, se retiró a la India, donde estudió meditación y yoga antes de regresar renovado a la actuación. Fue pareja de figuras icónicas como Julie Christie y musa de fotógrafos de la época, encarnando el glamour británico de su generación. Un legado imborrable Terence Stamp será recordado como un intérprete de elegancia magnética, capaz de pasar de la fragilidad a la amenaza con una naturalidad única. Sus personajes —ya fuera el joven inquietante de The Collector, el imponente General Zod o el vengador taciturno de The Limey — siguen resonando como testimonio de un talento irrepetible. Hoy el cine pierde a un gigante, pero su mirada intensa y su voz grave permanecerán para siempre en la memoria de quienes aman las películas.
Michael Madsen, actor estadounidense de inconfundible presencia y una voz tan rasposa como sus personajes, falleció a los 67 años. Fue encontrado sin vida el lunes 1 de julio en su residencia de Malibu, California. Según su publicista Liz Rodríguez, sufrió un paro cardíaco. Dueño de una filmografía extensa y variada, Madsen será siempre recordado como Mr. Blonde, el despiadado gánster de Reservoir Dogs (1992), el primer largometraje de Quentin Tarantino, donde su interpretación de la brutal escena del corte de oreja lo elevó al panteón de los grandes villanos del cine moderno. Con Tarantino volvería a trabajar enKill Bill Vol. 1 & 2,The Hateful Eight yOnce Upon a Time in Hollywood consolidando una de las colaboraciones más icónicas del cine de autor norteamericano. Pero la carrera de Madsen no se reduce a esos títulos. Participó en más de 200 películas, muchas de ellas en el terreno del cine independiente o de culto, lo que lo convirtió en un rostro infaltable para los cinéfilos. Destacó enThelma & Louise,Donnie Brasco,Species y el clásico familiarFree Willy, donde mostró su capacidad para moverse entre géneros y registros muy diversos. Su presencia también fue habitual en thrillers de bajo presupuesto y películas de acción con sabor a videoclub noventero, donde su carisma alcanzaba para levantar cualquier historia. Para los amantes del cine más allá de los éxitos de taquilla, la filmografía de Madsen ofrece varios títulos que vale la pena redescubrir. En Kill Me Again, dirigido por John Dahl, interpreta a un criminal seductor y brutal en un neo-noir cargado de tensión, junto a Val Kilmer. En Wyatt Earp, de Lawrence Kasdan, aporta intensidad en el rol de Virgil Earp, hermano del mítico sheriff encarnado por Kevin Costner. También brilló en Mulholland Falls, policial ambientado en el Los Ángeles de los años 50, donde compartió pantalla con Nick Nolte y Jennifer Connelly. Más adelante, su participación en Hell Ride, un violento y estilizado homenaje a las películas de motociclistas producido por Tarantino, lo consolidó como figura recurrente del cine de culto contemporáneo. Estas películas muestran distintas facetas de Madsen: el matón frío, el hermano leal, el policía atormentado y el forajido crepuscular. Incluso prestó su voz al videojuego Grand Theft Auto III, consolidando su presencia en la cultura pop. Más allá de su carrera actoral, Madsen también fue poeta y fotógrafo. Publicó varios libros de poesía, donde exploraba su lado más introspectivo, vulnerable y melancólico, muy alejado de los tipos duros que solía interpretar en pantalla. Su partida deja un vacío en el cine de carácter, ese que se construye con rostros curtidos, miradas intensas y una dosis de peligro impredecible. Michael Madsen no fue una estrella convencional, pero fue mucho más: un símbolo de cierto cine perdido, imperfecto y valiente, al que él pertenecía con orgullo.