Uno de los artistas más brillantes y prolíficos que ha dado México es, sin duda, Alberto Aguilera Valadez, más conocido como Juan Gabriel. Cantautor sin igual, cuya personalidad y talento únicos lo llevaron a lo más alto del olimpo musical. Incluso hoy, a nueve años de su muerte, sigue siendo recordado, admirado y escuchado, elevando su figura a la categoría de leyenda. Netflix lanzó este 30 de octubre la esperada serie documental “Debo, Puedo y Quiero”, que nos lleva a la intimidad de Alberto, en un relato contado principalmente por él mismo. Desde muy joven, y en cuanto tuvo poder adquisitivo, el músico compró cámaras de video -alucinado con la tecnología- para registrar todo a su alrededor. Estas más de dos mil cintas personales, junto con material de archivo televisivo, relatos en off del propio Juan Gabriel y testimonios fuera de cámara de sus managers, amigos, periodistas, músicos y de sus hijos, dan vida a este retrato que revela una existencia muy particular, dentro y fuera del escenario. La docuserie dirigida por María José Cuevas nos habla de un genio de la música, pero también de una persona sensible que supo salir adelante en medio de la pobreza, el desamor familiar y el peso de la fama, todo mientras construía una personalidad artística irrepetible. Son cuatro episodios que recorren su triste niñez, la difícil relación con su madre y hermanos, y sus primeros años en la música. Luego, los capítulos exploran su carrera, su vínculo con la fama, su pasión por las grandes divas, su amor por el público y sus polémicas, para finalizar con un emotivo relato de sus últimos años y el impacto que dejó en su círculo cercano. Una producción inédita, dirigida tanto a los fanáticos como a quienes disfrutan de historias sobre genios musicales. Está realizada con respeto, sin morbo y con la venia de sus hijos, lo que permite conocer al Juan Gabriel real, en la intimidad: cómo trataba a sus trabajadores, cómo jugaba con sus hijos, cómo se preparaba para un show, su facilidad para escribir canciones, su trabajo en el estudio de grabación o sus momentos de relajo junto a amigas artistas como Daniela Romo, Ana Gabriel e Isela Vega, entre otras. Hay muy pocas revelaciones en materia de información, la mayor parte se conocía a través de la prensa o por la serie de ficción que se hizo sobre su vida en 2016, pero el gran valor de este trabajo son sus imágenes íntimas, propias, una vida contada en primera persona. Son cerca de cuatro horas que se pasan volando, acompañadas por grandes canciones que siguen vivas en la memoria colectiva. “Juan Gabriel: Debo, Puedo y Quiero” ya se encuentra entre lo más visto de Netflix Chile.
En marzo de 1998, la familia Bradley de Virginia -mamá Iva, papá Ron, hija Amy e hijo Brad– decidió embarcarse en un crucero por el Caribe a bordo del Rhapsody of the Seas. Para Amy era un viaje especial, pues sería la última salida familiar antes de independizarse, ya que tenía un nuevo trabajo, había adoptado un perro y arrendado un departamento. La noche previa a la desaparición, Amy y su hermano disfrutaron en la discoteca del barco. Brad se retiró antes, pero ella volvió cerca de las 4 de la madrugada al camarote y le comentó que había estado conversando y pasándola bien con el bajista de la banda. Una hora después, su padre la vio en la terraza del camarote, aparentemente fumando. Pero a las 6 de la mañana, Amy ya no estaba. Preocupado, Ron recorrió el barco sin resultados y alertó a la familia. Pidieron llamar a Amy por los altoparlantes, pero no hubo respuesta. El crucero debía atracar en Curaçao y los padres suplicaron retrasar la bajada de pasajeros, pero no fueron escuchados. La búsqueda oficial comenzó recién después del desembarco, y no encontró ninguna pista. La tripulación insinuó que Amy pudo haber caído accidentalmente al mar o haberse arrojado, hipótesis que familiares y expertos siempre han puesto en duda, Amy era alegre, entusiasta y sin indicios de depresión. Los Bradley regresaron a casa con un vacío imposible de llenar. A lo largo de casi tres décadas, han golpeado puertas, contactado medios de comunicación, solicitado ayuda al FBI y seguido pistas en el Caribe. Varios testigos aseguran haberla visto en zonas turísticas, aparentemente retenida contra su voluntad, alimentando teorías de trata de personas. Incluso recibieron una supuesta foto reciente de Amy, donde parecería estar ejerciendo la prostitución. El principal sospechoso para muchos es Yellow, el bajista con quien Amy fue vista por última vez pasadas las 5 de la mañana por dos pasajeras. Fue interrogado y sometido al polígrafo, pero nada concluyente salió de aquello, mientras él insiste en su inocencia. “La desaparición de Amy Bradley”, en tres episodios, expone una historia tan intrigante como perturbadora. No solo muestra la fragilidad humana y el dolor de una familia que se niega a rendirse, sino también las inseguridades de viajar en crucero, espacios donde, lejos de la ley, las compañías priorizan proteger su reputación. Ya disponible en Netflix.
Uno de los artistas más brillantes y prolíficos que ha dado México es, sin duda, Alberto Aguilera Valadez, más conocido como Juan Gabriel. Cantautor sin igual, cuya personalidad y talento únicos lo llevaron a lo más alto del olimpo musical. Incluso hoy, a nueve años de su muerte, sigue siendo recordado, admirado y escuchado, elevando su figura a la categoría de leyenda. Netflix lanzó este 30 de octubre la esperada serie documental “Debo, Puedo y Quiero”, que nos lleva a la intimidad de Alberto, en un relato contado principalmente por él mismo. Desde muy joven, y en cuanto tuvo poder adquisitivo, el músico compró cámaras de video -alucinado con la tecnología- para registrar todo a su alrededor. Estas más de dos mil cintas personales, junto con material de archivo televisivo, relatos en off del propio Juan Gabriel y testimonios fuera de cámara de sus managers, amigos, periodistas, músicos y de sus hijos, dan vida a este retrato que revela una existencia muy particular, dentro y fuera del escenario. La docuserie dirigida por María José Cuevas nos habla de un genio de la música, pero también de una persona sensible que supo salir adelante en medio de la pobreza, el desamor familiar y el peso de la fama, todo mientras construía una personalidad artística irrepetible. Son cuatro episodios que recorren su triste niñez, la difícil relación con su madre y hermanos, y sus primeros años en la música. Luego, los capítulos exploran su carrera, su vínculo con la fama, su pasión por las grandes divas, su amor por el público y sus polémicas, para finalizar con un emotivo relato de sus últimos años y el impacto que dejó en su círculo cercano. Una producción inédita, dirigida tanto a los fanáticos como a quienes disfrutan de historias sobre genios musicales. Está realizada con respeto, sin morbo y con la venia de sus hijos, lo que permite conocer al Juan Gabriel real, en la intimidad: cómo trataba a sus trabajadores, cómo jugaba con sus hijos, cómo se preparaba para un show, su facilidad para escribir canciones, su trabajo en el estudio de grabación o sus momentos de relajo junto a amigas artistas como Daniela Romo, Ana Gabriel e Isela Vega, entre otras. Hay muy pocas revelaciones en materia de información, la mayor parte se conocía a través de la prensa o por la serie de ficción que se hizo sobre su vida en 2016, pero el gran valor de este trabajo son sus imágenes íntimas, propias, una vida contada en primera persona. Son cerca de cuatro horas que se pasan volando, acompañadas por grandes canciones que siguen vivas en la memoria colectiva. “Juan Gabriel: Debo, Puedo y Quiero” ya se encuentra entre lo más visto de Netflix Chile.
En marzo de 1998, la familia Bradley de Virginia -mamá Iva, papá Ron, hija Amy e hijo Brad– decidió embarcarse en un crucero por el Caribe a bordo del Rhapsody of the Seas. Para Amy era un viaje especial, pues sería la última salida familiar antes de independizarse, ya que tenía un nuevo trabajo, había adoptado un perro y arrendado un departamento. La noche previa a la desaparición, Amy y su hermano disfrutaron en la discoteca del barco. Brad se retiró antes, pero ella volvió cerca de las 4 de la madrugada al camarote y le comentó que había estado conversando y pasándola bien con el bajista de la banda. Una hora después, su padre la vio en la terraza del camarote, aparentemente fumando. Pero a las 6 de la mañana, Amy ya no estaba. Preocupado, Ron recorrió el barco sin resultados y alertó a la familia. Pidieron llamar a Amy por los altoparlantes, pero no hubo respuesta. El crucero debía atracar en Curaçao y los padres suplicaron retrasar la bajada de pasajeros, pero no fueron escuchados. La búsqueda oficial comenzó recién después del desembarco, y no encontró ninguna pista. La tripulación insinuó que Amy pudo haber caído accidentalmente al mar o haberse arrojado, hipótesis que familiares y expertos siempre han puesto en duda, Amy era alegre, entusiasta y sin indicios de depresión. Los Bradley regresaron a casa con un vacío imposible de llenar. A lo largo de casi tres décadas, han golpeado puertas, contactado medios de comunicación, solicitado ayuda al FBI y seguido pistas en el Caribe. Varios testigos aseguran haberla visto en zonas turísticas, aparentemente retenida contra su voluntad, alimentando teorías de trata de personas. Incluso recibieron una supuesta foto reciente de Amy, donde parecería estar ejerciendo la prostitución. El principal sospechoso para muchos es Yellow, el bajista con quien Amy fue vista por última vez pasadas las 5 de la mañana por dos pasajeras. Fue interrogado y sometido al polígrafo, pero nada concluyente salió de aquello, mientras él insiste en su inocencia. “La desaparición de Amy Bradley”, en tres episodios, expone una historia tan intrigante como perturbadora. No solo muestra la fragilidad humana y el dolor de una familia que se niega a rendirse, sino también las inseguridades de viajar en crucero, espacios donde, lejos de la ley, las compañías priorizan proteger su reputación. Ya disponible en Netflix.