El domingo 17 de agosto se confirmó la muerte de Terence Stamp, actor británico nacido en 1938 en el East End de Londres y convertido en una de las figuras más fascinantes del cine de las últimas seis décadas. Aunque no se ha informado la causa de su fallecimiento, su familia destacó que “deja tras de sí un extraordinario legado como actor y escritor que seguirá inspirando a generaciones”. Stamp irrumpió en el cine con fuerza: su debut en Billy Budd (1962) le valió una nominación al Oscar y un Globo de Oro como actor revelación. A partir de ahí, se convirtió en parte esencial del “Swinging London” de los años sesenta, trabajando con cineastas de la talla de William Wyler, Ken Loach, Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini. Una filmografía que marcó épocas En el cine británico y europeo dejó huella con interpretaciones intensas: el secuestrador obsesivo en The Collector (1965), el misterioso visitante en Teorema (1968) y su papel en Poor Cow (1967), uno de los primeros retratos de Loach sobre la clase trabajadora inglesa. En Hollywood, alcanzó la fama masiva gracias a su inolvidable General Zod en Superman (1978) y Superman II (1980). Décadas más tarde, volvió al universo del Hombre de Acero poniendo voz a Jor-El en la serie Smallville, un guiño que los fanáticos recibieron con entusiasmo. Su carrera abarca títulos tan dispares como Wall Street (1987), The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994), Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma (1999), Valkyrie (2008) y Last Night in Soho (2021). Y aunque su figura siempre será asociada a grandes producciones, muchos cinéfilos coinciden en que sus mejores interpretaciones llegaron en películas más personales: The Limey (1999), dirigida por Steven Soderbergh, donde brilla como un exconvicto británico en busca de justicia en Los Ángeles, y The Hit (1984), de Stephen Frears, un relato crepuscular sobre la traición y la redención que sigue siendo una de sus obras maestras. Un hombre de múltiples vidas Stamp no solo fue actor: también escritor y viajero incansable. Tras un período de crisis en los años setenta, se retiró a la India, donde estudió meditación y yoga antes de regresar renovado a la actuación. Fue pareja de figuras icónicas como Julie Christie y musa de fotógrafos de la época, encarnando el glamour británico de su generación. Un legado imborrable Terence Stamp será recordado como un intérprete de elegancia magnética, capaz de pasar de la fragilidad a la amenaza con una naturalidad única. Sus personajes —ya fuera el joven inquietante de The Collector, el imponente General Zod o el vengador taciturno de The Limey — siguen resonando como testimonio de un talento irrepetible. Hoy el cine pierde a un gigante, pero su mirada intensa y su voz grave permanecerán para siempre en la memoria de quienes aman las películas.
Velvet Chains, el grupo de hard rock nacido en Las Vegas en 2018, acaba de estrenar su más reciente single “Ghost in the Shell” , ya disponible en todas las plataformas digitales. En conversación con En Palco, Nils Goldschmidt, chileno, líder y bajista del grupo, explica que la canción “ nace de un demo de nuestro guitarrista rítmico; empezamos a tirar ideas y a trabajar con productores, y coincidió con el recambio de cantante”. Ese cambio trajo también una evolución sonora: “Con Chaz —nuestro nuevo vocalista— el tema propone un sonido un poquito más duro, más fuerte, que hemos ido desarrollando”, dice. Además, sobre el título, Nils admite el guiño a la animación japonesa: “Nuestro guitarrista es fanático del manga, así que sí, hay inspiración ahí”, comenta entre risas. Y aclara el rumbo estilístico: “ Nunca vamos a ser una banda screamo o death metal; tomamos inspiración de distintos géneros, pero mantenemos lo melódico”. De los covers a los grandes escenarios Velvet Chains partió como banda de covers en bares y casinos de Las Vegas. La pandemia los empujó a crear material propio y en 2020 lanzaron Icarus. Luego vinieron singles y el EP Morbid Dreams (2022). Su despegue internacional se consolidó con Last Rites (2025): el single “Dead Inside” superó 1 millón de reproducciones en Spotify, estuvo 22 semanas en listas y alcanzó el Top 25. En ruta, telonearon a Stone Temple Pilots y The Winery Dogs, tocaron en el Summer Breeze de Brasil junto a Lamb of God, Sepultura y Skid Row, y en 2024 regresaron a Sudamérica como invitados de Slash ft. Myles Kennedy & The Conspirators en la gira The River is Rising Tour. El crecimiento del grupo se ha sentido con fuerza en vivo. “En São Paulo, abriendo para Slash, salimos y había ocho mil personas… ver a la gente cantar canciones que escribiste es brutal y adictivo”, recuerda Nils. Hoy sus principales bases de fans están en Estados Unidos y Brasil, y la banda proyecta nuevas giras: “Estamos trabajando más canciones y queremos ir a Europa el próximo año”. ¿Chile? “Nos encantaría”, responde, llamando a promotores y público local a hacer ruido para que el show se concrete. En 2022, el chart estadounidense Music Connection los destacó entre las 100 mejores bandas independientes de Norteamérica, tras su paso por festivales como Rock Fest, Blue Ridge y The Barbershop del Cosmopolitan en Las Vegas. La formación actual de Velvet Chains incluye a Chaz Terra (voz), Phillip Paulsen (guitarra/coros), Von Boldt (guitarra/coros), Nils Goldschmidt (bajo/coros) y Jason Hope (batería). “Si les gusta ‘Ghost in the Shell’, les va a gustar todo lo que se viene”, adelantó Nils. “Estamos muy activos en redes y respondemos los mensajes. Ojalá pronto nos veamos en Chile”. Revisa la entrevista completa de Nils Goldschmidt con En Palco en nuestro canal de Youtube.
El cine estadounidense sobre rodeo siempre ha tenido un encanto especial -ahí están joyas como The Lusty Men de Nicholas Ray, The Electric Horseman de Sydney Pollack o Junior Bonner de Sam Peckinpah- y la nueva película “El Último Rodeo” (The Last Rodeo) se mueve en esa misma tradición, con un argumento clásico, como si fuera heredado de otra época. Dirigida por Jon Avnet (Tomates Verdes Fritos, 88 Minutos), la cinta está protagonizada por Neal McDonough, un rostro que hemos visto en papeles rudos y autoritarios (Yellowstone, Minority Report), pero aquí muestra también una vulnerabilidad inesperada. Interpreta a Joe Wainwright, un ex campeón de rodeo, viudo y endurecido por la vida, que tras un accidente abandona para siempre la competencia… hasta que la vida lo obliga a volver: su nieto necesita una costosa operación cerebral, y la única forma de conseguir el dinero es ganando el primer lugar en un campeonato de rodeo. A su alrededor, un elenco que funciona: Mykelti Williamson como Charlie, el amigo y escudero de fe; Sarah Jones como la hija que carga con viejas heridas; Christopher McDonald aportando ese filo entre carisma y cálculo; y el campeón real de PBR Daylon Swearingen como Billy Hamilton, subrayando el verismo de la arena. La historia es sencilla, rápida y emotiva, con secuencias de rodeo tensas y físicamente sentidas: Avnet filma la resistencia de Joe arriba del toro como una batalla contra el tiempo, los dolores acumulados y la culpa. Además, como es habitual en Angel Studios, hay un componente espiritual explícito: un hombre peleado con Dios por la pérdida de su esposa y el riesgo de perder ahora al nieto; un amigo que lo acompaña y lo desafía; y un trayecto de pérdida y recuperación de la fe que no es sermón sino sostén del personaje. Todo esto, además, con un pequeño giro final que remata el arco sin traicionar el tono clásico. Una cinta honesta y de vieja escuela, sostenida por McDonough, por un reparto que cumple y por escenas de arena que aprietan el pecho. No reinventa nada, pero cuando suena la campana de los ocho segundos, sí que aguanta. Ya en cines chilenos.
A 3.000 metros de altura, entre el viento seco y la inmensidad del desierto de Atacama, un hombre sigue cuidando sus animales y recordando los caminos de la trashumancia. Ese hombre es Florencio Quispe, comunero de 93 años, protagonista del documental homónimo dirigido por Christian Milla Mancilla, cineasta atacameño perteneciente al pueblo indígena Colla. La película, que rescata oficios ancestrales y una forma de vida en peligro de desaparecer, fue seleccionada para el Lift-Off Global Network Festival, certamen internacional de cine independiente que se realiza en los históricos Pinewood Studios de Londres, donde se han filmado desde sagas como James Bond y Star Wars hasta superproducciones de Marvel y Disney. El documental no solo traza el retrato de un hombre que aprendió a leer y escribir a los 87 años gracias a un programa de nivelación de estudios, sino que también refleja la conexión profunda entre la comunidad Colla y su territorio. Milla explica que “Florencio no es solo una persona, es la memoria viva de un modo de vida que está desapareciendo. Su historia es la historia de la resistencia cultural en el desierto”. La producción requirió un trabajo de registro en condiciones extremas: jornadas largas bajo el sol altiplánico, desplazamientos por terrenos pedregosos y el desafío de transmitir, a través de la imagen, el ritmo pausado de la vida de su protagonista. “No queríamos que fuera un documental frío o distante. Buscábamos capturar la calidez, la sabiduría y el sentido del humor de Florencio, para que el espectador sintiera que estaba sentado a su lado, escuchándolo”, señala el director. La participación en el Lift-Off Global Network Festival es un hito para Milla, quien desde 2017 ha construido una filmografía centrada en el rescate patrimonial y la proyección cultural de las comunidades originarias de la Región de Atacama. Entre sus obras destacan “Rumi”, “Parumawarmi”, “Inmersión Cultural” y “Pukiu”, esta última reconocida como la primera producción de pueblos originarios chilenos estrenada simultáneamente en Hollywood y Nueva York. Además, a través de su canal Paipote TV, ha difundido el legado cultural de los pueblos Colla y Diaguita, mostrando su cosmovisión y tradiciones a audiencias de todo el mundo. Para Milla, el paso por Pinewood Studios no es un punto de llegada, sino un impulso para seguir creando. Entre sus planes está la formación de nuevos talentos a través de talleres que enseñen a producir contenido audiovisual de calidad incluso con recursos básicos, como un teléfono celular. “Queremos mostrar a los jóvenes que con creatividad y tecnología es posible contar nuestras historias y compartirlas con el mundo”, afirma. El estreno internacional de “Florencio Quispe” reafirma que el cine patrimonial no es solo un ejercicio de memoria, sino también una herramienta para dialogar con audiencias globales. Desde las soledades del desierto hasta uno de los centros cinematográficos más importantes del planeta, la historia de Florencio demuestra que las raíces, cuando se cuentan con honestidad, pueden viajar lejos. Revisa en nuestro canal de Youtube la entrevista completa con Christian Milla sobre la importancia de llevar a salas internacionales la historia de “Florencio Quispe”.
Luc Besson regresa a la gran pantalla conDrácula: A Love Tale, una nueva mirada al clásico de Bram Stoker que, inevitablemente, trae a la memoria la versión de Francis Ford Coppola, pero que imprime el sello propio del realizador francés. Aquí, el terror queda en segundo plano para dar paso a una fábula romántica sobre la búsqueda de un amor perdido a través de los siglos. El filme, rodado en los paisajes nevados de Kainuu, Finlandia, y con música de Danny Elfman (su primera colaboración juntos), nos presenta a un Drácula más vulnerable que monstruoso. Caleb Landry Jones encarna a un príncipe del siglo XVI maldito por renegar de Dios tras perder a su esposa, y condenado a vagar eternamente. Sin embargo, luego de 400 años, en el Londres del XIX, el vampiro cree haberla encontrado en la figura de Nina (Zoë Bleu). Mientras, Christoph Waltz (Bastardos sin gloria) asume el rol de un sacerdote al estilo Van Helsing, que lleva años tratando de eliminar la maldición. En su castillo, Drácula no está solo, lo acompaña un ejército de gárgolas creadas por CGI, fieles y simpáticas, que aportan un toque de ligereza. Aunque los efectos no sean los más elaborados, ayudan a construir un tono que, por momentos, coquetea con el humor, como si se tratase de una versión casi Disney del mito… pero sin las inevitables y algo incómodas escenas musicales. Caleb Landry Jones es, sin duda, el corazón de la película. Con su físico particular y un rostro tan expresivo como inquietante, recuerda a un joven Brad Dourif. El actor brilla en personajes perturbados y complejos, como ya lo demostró en Antiviral y en Dogman (también de Besson), y aquí logra un equilibrio perfecto entre la fragilidad de un hombre marcado por la pérdida y la intensidad de un depredador inmortal. Christoph Waltz, por su parte, aporta la presencia y el carisma que siempre lo han caracterizado. Su sacerdote es calculador y obsesivo, un hombre que lleva años estudiando y enfrentando a las fuerzas oscuras. Más que un simple cazador de vampiros, es un antagonista con un peso dramático propio, capaz de plantar cara al Conde tanto con fe como con astucia. Otro apartado destacable es el diseño de vestuario, que brilla especialmente en las escenas ambientadas en salones y en distintos periodos históricos. Cada traje y vestido aporta riqueza visual y ayuda a sumergirnos en el cruce de épocas que propone Besson, reforzando el tono romántico y elegante de la película. La película arranca con un ritmo pausado, pero una vez entra en calor, logra transmitir compasión por el Conde. El clímax -para quien ya vio la versión de Coppola- mezcla tragedia, redención y amor eterno, con un plano final que es pura poesía visual. Es cierto que, para algunos espectadores, esta versión podría sentirse innecesaria, al tratarse de una historia tantas veces contada. Podría interpretarse como un capricho —o simplemente un gusto personal— de Besson revisitar este mito. Sin embargo, el resultado posee suficientes cualidades destacables, tanto visuales como narrativas, para justificar su existencia y ofrecer una experiencia cinematográfica envolvente. Con una puesta en escena cuidada, pocas dosis de gore y una mirada más romántica que sangrienta, Drácula: A Love Tale confirma que para Besson, más que una historia de terror, este mito es, ante todo, una trágica historia de amor.
El domingo 17 de agosto se confirmó la muerte de Terence Stamp, actor británico nacido en 1938 en el East End de Londres y convertido en una de las figuras más fascinantes del cine de las últimas seis décadas. Aunque no se ha informado la causa de su fallecimiento, su familia destacó que “deja tras de sí un extraordinario legado como actor y escritor que seguirá inspirando a generaciones”. Stamp irrumpió en el cine con fuerza: su debut en Billy Budd (1962) le valió una nominación al Oscar y un Globo de Oro como actor revelación. A partir de ahí, se convirtió en parte esencial del “Swinging London” de los años sesenta, trabajando con cineastas de la talla de William Wyler, Ken Loach, Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini. Una filmografía que marcó épocas En el cine británico y europeo dejó huella con interpretaciones intensas: el secuestrador obsesivo en The Collector (1965), el misterioso visitante en Teorema (1968) y su papel en Poor Cow (1967), uno de los primeros retratos de Loach sobre la clase trabajadora inglesa. En Hollywood, alcanzó la fama masiva gracias a su inolvidable General Zod en Superman (1978) y Superman II (1980). Décadas más tarde, volvió al universo del Hombre de Acero poniendo voz a Jor-El en la serie Smallville, un guiño que los fanáticos recibieron con entusiasmo. Su carrera abarca títulos tan dispares como Wall Street (1987), The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994), Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma (1999), Valkyrie (2008) y Last Night in Soho (2021). Y aunque su figura siempre será asociada a grandes producciones, muchos cinéfilos coinciden en que sus mejores interpretaciones llegaron en películas más personales: The Limey (1999), dirigida por Steven Soderbergh, donde brilla como un exconvicto británico en busca de justicia en Los Ángeles, y The Hit (1984), de Stephen Frears, un relato crepuscular sobre la traición y la redención que sigue siendo una de sus obras maestras. Un hombre de múltiples vidas Stamp no solo fue actor: también escritor y viajero incansable. Tras un período de crisis en los años setenta, se retiró a la India, donde estudió meditación y yoga antes de regresar renovado a la actuación. Fue pareja de figuras icónicas como Julie Christie y musa de fotógrafos de la época, encarnando el glamour británico de su generación. Un legado imborrable Terence Stamp será recordado como un intérprete de elegancia magnética, capaz de pasar de la fragilidad a la amenaza con una naturalidad única. Sus personajes —ya fuera el joven inquietante de The Collector, el imponente General Zod o el vengador taciturno de The Limey — siguen resonando como testimonio de un talento irrepetible. Hoy el cine pierde a un gigante, pero su mirada intensa y su voz grave permanecerán para siempre en la memoria de quienes aman las películas.
Velvet Chains, el grupo de hard rock nacido en Las Vegas en 2018, acaba de estrenar su más reciente single “Ghost in the Shell” , ya disponible en todas las plataformas digitales. En conversación con En Palco, Nils Goldschmidt, chileno, líder y bajista del grupo, explica que la canción “ nace de un demo de nuestro guitarrista rítmico; empezamos a tirar ideas y a trabajar con productores, y coincidió con el recambio de cantante”. Ese cambio trajo también una evolución sonora: “Con Chaz —nuestro nuevo vocalista— el tema propone un sonido un poquito más duro, más fuerte, que hemos ido desarrollando”, dice. Además, sobre el título, Nils admite el guiño a la animación japonesa: “Nuestro guitarrista es fanático del manga, así que sí, hay inspiración ahí”, comenta entre risas. Y aclara el rumbo estilístico: “ Nunca vamos a ser una banda screamo o death metal; tomamos inspiración de distintos géneros, pero mantenemos lo melódico”. De los covers a los grandes escenarios Velvet Chains partió como banda de covers en bares y casinos de Las Vegas. La pandemia los empujó a crear material propio y en 2020 lanzaron Icarus. Luego vinieron singles y el EP Morbid Dreams (2022). Su despegue internacional se consolidó con Last Rites (2025): el single “Dead Inside” superó 1 millón de reproducciones en Spotify, estuvo 22 semanas en listas y alcanzó el Top 25. En ruta, telonearon a Stone Temple Pilots y The Winery Dogs, tocaron en el Summer Breeze de Brasil junto a Lamb of God, Sepultura y Skid Row, y en 2024 regresaron a Sudamérica como invitados de Slash ft. Myles Kennedy & The Conspirators en la gira The River is Rising Tour. El crecimiento del grupo se ha sentido con fuerza en vivo. “En São Paulo, abriendo para Slash, salimos y había ocho mil personas… ver a la gente cantar canciones que escribiste es brutal y adictivo”, recuerda Nils. Hoy sus principales bases de fans están en Estados Unidos y Brasil, y la banda proyecta nuevas giras: “Estamos trabajando más canciones y queremos ir a Europa el próximo año”. ¿Chile? “Nos encantaría”, responde, llamando a promotores y público local a hacer ruido para que el show se concrete. En 2022, el chart estadounidense Music Connection los destacó entre las 100 mejores bandas independientes de Norteamérica, tras su paso por festivales como Rock Fest, Blue Ridge y The Barbershop del Cosmopolitan en Las Vegas. La formación actual de Velvet Chains incluye a Chaz Terra (voz), Phillip Paulsen (guitarra/coros), Von Boldt (guitarra/coros), Nils Goldschmidt (bajo/coros) y Jason Hope (batería). “Si les gusta ‘Ghost in the Shell’, les va a gustar todo lo que se viene”, adelantó Nils. “Estamos muy activos en redes y respondemos los mensajes. Ojalá pronto nos veamos en Chile”. Revisa la entrevista completa de Nils Goldschmidt con En Palco en nuestro canal de Youtube.
El cine estadounidense sobre rodeo siempre ha tenido un encanto especial -ahí están joyas como The Lusty Men de Nicholas Ray, The Electric Horseman de Sydney Pollack o Junior Bonner de Sam Peckinpah- y la nueva película “El Último Rodeo” (The Last Rodeo) se mueve en esa misma tradición, con un argumento clásico, como si fuera heredado de otra época. Dirigida por Jon Avnet (Tomates Verdes Fritos, 88 Minutos), la cinta está protagonizada por Neal McDonough, un rostro que hemos visto en papeles rudos y autoritarios (Yellowstone, Minority Report), pero aquí muestra también una vulnerabilidad inesperada. Interpreta a Joe Wainwright, un ex campeón de rodeo, viudo y endurecido por la vida, que tras un accidente abandona para siempre la competencia… hasta que la vida lo obliga a volver: su nieto necesita una costosa operación cerebral, y la única forma de conseguir el dinero es ganando el primer lugar en un campeonato de rodeo. A su alrededor, un elenco que funciona: Mykelti Williamson como Charlie, el amigo y escudero de fe; Sarah Jones como la hija que carga con viejas heridas; Christopher McDonald aportando ese filo entre carisma y cálculo; y el campeón real de PBR Daylon Swearingen como Billy Hamilton, subrayando el verismo de la arena. La historia es sencilla, rápida y emotiva, con secuencias de rodeo tensas y físicamente sentidas: Avnet filma la resistencia de Joe arriba del toro como una batalla contra el tiempo, los dolores acumulados y la culpa. Además, como es habitual en Angel Studios, hay un componente espiritual explícito: un hombre peleado con Dios por la pérdida de su esposa y el riesgo de perder ahora al nieto; un amigo que lo acompaña y lo desafía; y un trayecto de pérdida y recuperación de la fe que no es sermón sino sostén del personaje. Todo esto, además, con un pequeño giro final que remata el arco sin traicionar el tono clásico. Una cinta honesta y de vieja escuela, sostenida por McDonough, por un reparto que cumple y por escenas de arena que aprietan el pecho. No reinventa nada, pero cuando suena la campana de los ocho segundos, sí que aguanta. Ya en cines chilenos.
A 3.000 metros de altura, entre el viento seco y la inmensidad del desierto de Atacama, un hombre sigue cuidando sus animales y recordando los caminos de la trashumancia. Ese hombre es Florencio Quispe, comunero de 93 años, protagonista del documental homónimo dirigido por Christian Milla Mancilla, cineasta atacameño perteneciente al pueblo indígena Colla. La película, que rescata oficios ancestrales y una forma de vida en peligro de desaparecer, fue seleccionada para el Lift-Off Global Network Festival, certamen internacional de cine independiente que se realiza en los históricos Pinewood Studios de Londres, donde se han filmado desde sagas como James Bond y Star Wars hasta superproducciones de Marvel y Disney. El documental no solo traza el retrato de un hombre que aprendió a leer y escribir a los 87 años gracias a un programa de nivelación de estudios, sino que también refleja la conexión profunda entre la comunidad Colla y su territorio. Milla explica que “Florencio no es solo una persona, es la memoria viva de un modo de vida que está desapareciendo. Su historia es la historia de la resistencia cultural en el desierto”. La producción requirió un trabajo de registro en condiciones extremas: jornadas largas bajo el sol altiplánico, desplazamientos por terrenos pedregosos y el desafío de transmitir, a través de la imagen, el ritmo pausado de la vida de su protagonista. “No queríamos que fuera un documental frío o distante. Buscábamos capturar la calidez, la sabiduría y el sentido del humor de Florencio, para que el espectador sintiera que estaba sentado a su lado, escuchándolo”, señala el director. La participación en el Lift-Off Global Network Festival es un hito para Milla, quien desde 2017 ha construido una filmografía centrada en el rescate patrimonial y la proyección cultural de las comunidades originarias de la Región de Atacama. Entre sus obras destacan “Rumi”, “Parumawarmi”, “Inmersión Cultural” y “Pukiu”, esta última reconocida como la primera producción de pueblos originarios chilenos estrenada simultáneamente en Hollywood y Nueva York. Además, a través de su canal Paipote TV, ha difundido el legado cultural de los pueblos Colla y Diaguita, mostrando su cosmovisión y tradiciones a audiencias de todo el mundo. Para Milla, el paso por Pinewood Studios no es un punto de llegada, sino un impulso para seguir creando. Entre sus planes está la formación de nuevos talentos a través de talleres que enseñen a producir contenido audiovisual de calidad incluso con recursos básicos, como un teléfono celular. “Queremos mostrar a los jóvenes que con creatividad y tecnología es posible contar nuestras historias y compartirlas con el mundo”, afirma. El estreno internacional de “Florencio Quispe” reafirma que el cine patrimonial no es solo un ejercicio de memoria, sino también una herramienta para dialogar con audiencias globales. Desde las soledades del desierto hasta uno de los centros cinematográficos más importantes del planeta, la historia de Florencio demuestra que las raíces, cuando se cuentan con honestidad, pueden viajar lejos. Revisa en nuestro canal de Youtube la entrevista completa con Christian Milla sobre la importancia de llevar a salas internacionales la historia de “Florencio Quispe”.
Luc Besson regresa a la gran pantalla conDrácula: A Love Tale, una nueva mirada al clásico de Bram Stoker que, inevitablemente, trae a la memoria la versión de Francis Ford Coppola, pero que imprime el sello propio del realizador francés. Aquí, el terror queda en segundo plano para dar paso a una fábula romántica sobre la búsqueda de un amor perdido a través de los siglos. El filme, rodado en los paisajes nevados de Kainuu, Finlandia, y con música de Danny Elfman (su primera colaboración juntos), nos presenta a un Drácula más vulnerable que monstruoso. Caleb Landry Jones encarna a un príncipe del siglo XVI maldito por renegar de Dios tras perder a su esposa, y condenado a vagar eternamente. Sin embargo, luego de 400 años, en el Londres del XIX, el vampiro cree haberla encontrado en la figura de Nina (Zoë Bleu). Mientras, Christoph Waltz (Bastardos sin gloria) asume el rol de un sacerdote al estilo Van Helsing, que lleva años tratando de eliminar la maldición. En su castillo, Drácula no está solo, lo acompaña un ejército de gárgolas creadas por CGI, fieles y simpáticas, que aportan un toque de ligereza. Aunque los efectos no sean los más elaborados, ayudan a construir un tono que, por momentos, coquetea con el humor, como si se tratase de una versión casi Disney del mito… pero sin las inevitables y algo incómodas escenas musicales. Caleb Landry Jones es, sin duda, el corazón de la película. Con su físico particular y un rostro tan expresivo como inquietante, recuerda a un joven Brad Dourif. El actor brilla en personajes perturbados y complejos, como ya lo demostró en Antiviral y en Dogman (también de Besson), y aquí logra un equilibrio perfecto entre la fragilidad de un hombre marcado por la pérdida y la intensidad de un depredador inmortal. Christoph Waltz, por su parte, aporta la presencia y el carisma que siempre lo han caracterizado. Su sacerdote es calculador y obsesivo, un hombre que lleva años estudiando y enfrentando a las fuerzas oscuras. Más que un simple cazador de vampiros, es un antagonista con un peso dramático propio, capaz de plantar cara al Conde tanto con fe como con astucia. Otro apartado destacable es el diseño de vestuario, que brilla especialmente en las escenas ambientadas en salones y en distintos periodos históricos. Cada traje y vestido aporta riqueza visual y ayuda a sumergirnos en el cruce de épocas que propone Besson, reforzando el tono romántico y elegante de la película. La película arranca con un ritmo pausado, pero una vez entra en calor, logra transmitir compasión por el Conde. El clímax -para quien ya vio la versión de Coppola- mezcla tragedia, redención y amor eterno, con un plano final que es pura poesía visual. Es cierto que, para algunos espectadores, esta versión podría sentirse innecesaria, al tratarse de una historia tantas veces contada. Podría interpretarse como un capricho —o simplemente un gusto personal— de Besson revisitar este mito. Sin embargo, el resultado posee suficientes cualidades destacables, tanto visuales como narrativas, para justificar su existencia y ofrecer una experiencia cinematográfica envolvente. Con una puesta en escena cuidada, pocas dosis de gore y una mirada más romántica que sangrienta, Drácula: A Love Tale confirma que para Besson, más que una historia de terror, este mito es, ante todo, una trágica historia de amor.