El 25 de octubre de 1999, se estrenó a nivel mundial, la teleserie colombiana “Yo soy Betty, la fea”. La historia escrita por Fernando Gaitán y protagonizada por Ana María Orozco y Jorge Enrique Abello, nos muestra las típicas desventuras de una joven, de origen humilde, que busca una oportunidad laboral y en la vida, pero con un ingrediente completamente nuevo: esta muchacha inteligente -con título universitario y postgrados- no cumple con los cánones de belleza a los que nos tienen acostumbrados en la TV, pues es poco agraciada, algo nerd, razón por la que, pese a sus competencias, no logra conseguir trabajo. Eso hasta que postula al cargo de secretaria en la empresa “Ecomoda”.
Trabajo que consigue, pero ¿a qué costo? Vemos cómo se transforma en el bicho raro, en la empleada que es la burla de sus compañeros por no ser lo “suficientemente bonita” como para estar en una empresa dedicada a la moda y a lo que asociamos como la belleza ideal, es decir, mujeres altas, delgadas, rubias y ojalá sin mucho que decir.
Si a esto le sumamos que Betty (Ana María Orozco), la protagonista, tiene un amor platónico, que es nada más y nada menos que su jefe, “Don Armando” (Jorge Enrique Abello), quien vive gritándole -al igual que la mayoría del personal- y aplicando una especie de violencia sicológica, que es disfrazada con un toque de humor, al que se acostumbró toda la audiencia que a 22 años de su estreno, la sigue prefiriendo.
180 países la han transmitido, en 25 idiomas ha sido doblada y han sido cerca de 30 las adaptaciones que se han realizado de esta producción colombiana que no para de triunfar.
En octubre de 2019, Netflix la agregó a su mega lista de piezas audiovisuales, para luego de dos años desde su estreno en la plataforma de streaming, seguía entre las 10 series más vistas. La misma fortuna corrió al llegar a Prime video.
Y uno de los personajes que más llama la atención, después de los protagonistas, es Hugo Lombardi, diseñador de Ecomoda, un talentoso profesional homosexual. Al igual que la protagonista, es motivo de burlas por su orientación sexual, con una serie de comentarios homofóbicos en su contra que, nuevamente, son maquillados con humor y una banda sonora que acompaña las risas, para no profundizar en la discriminación que acontece. Pero ojo, este personaje a su vez es extremadamente cruel con Betty.
Dado los tiempos en los que vivimos, con la llegada del empoderamiento de la mujer y la búsqueda de igualdad de derechos entre géneros, ¿Cómo se entiende que sigamos dándole rating a esta producción que puso la cuota de humor para esconder la homofobia, violencia y machismo que predomina en casi toda la historia?
El éxito de "Betty, la fea" en el mundo
Para Claudio Vergara, editor de Culto de La Tercera, “el argumento de “Betty, la fea” es muy simple, es muy reconocible, es un argumento que tiene que ver con ser un ser despreciado por la sociedad, pero que después logra doblegar la mano a los prejuicios, a las miradas en menos y a las críticas por su aspecto y finalmente llegar a ser una persona que vale algo. Me parece que esa historia siempre va a llamar la atención, del bueno venciendo a los malos. Del bueno que se antepone a las adversidades del mundo que lo rodea”.
Además, afirmó que por mucho que se inventen un montón de series, de argumentos, historias, hay cosas súper simples que son como las novelas románticas, “les va bien principalmente por el argumento central del amor, que es una cuestión que no pasa de moda, ya que por mucho que la sociedad cambie, va a ser una cosa básica que es que alguien te enamore, que alguien te guste”.
María Emilia Tijoux, socióloga y profesora de la Universidad de Chile, sostuvo que esta producción colombiana es una historia que se atribuye a un deseo del cuerpo bello, como la búsqueda de las mujeres, “a una suerte de transformación ‘milagrosa’ que permitiera superar lo que se entiende como fealdad, sobre todo desde nuestro continente y desde lo que siempre se ha pensando mirando Europa, o a partir de la muñeca Barbie”.
Agregó que es una serie que efectivamente en algún momento, permite esa suerte de milagro, en que hay “una transformación corporal que hace que la mujer sea vista, ya no sólo por lo que piensa, por lo que siente, sino porque ahora logra saciar el deseo corporal de una belleza ideal”.
Pero como siempre hay que ver el vaso medio lleno, Betty Pinzón ha sido el preludio del empoderamiento de la mujer que cada día que pasa gana más terreno. Nos enseñó que, se pueden lograr nuestras metas si somos perseverantes y en el caso de la protagonista de esta trama, pese a los mil obstáculos que se le presentaron en su vida, los pudo vencer. Pero más importante aún, venció a los estereotipos de la típica mujer poco agraciada que nada logra en la vida, antes de transformarse completamente en un ser bello por fuera.
Claramente si esta producción colombiana se hubiese estrenado en la actualidad, habría sido material de funas y demandas por doquier. Pero, profundicemos en que ya es hora de dejar de estigmatizar al género femenino en su búsqueda constante del “príncipe azul” o que el final feliz es siempre con un hombre al lado. Betty nos demostró que la mujer independiente todo lo puede y que a pesar de los estereotipos, todo es cuestión de actitud, porque como bien diría una joven por ahí: “Yo soy así”.