Solo un año después del estreno de la quinta parte de Scream, llega la secuela de la “recuela”, una sexta entrega que decide dejar atrás la icónica ciudad de Woodsboro, para trasladar la acción a Nueva York, y si bien, puede parecer una decisión arriesgada (como ocurrió con Viernes 13 parte VIII), es más bien un soplo de aire fresco para una franquicia que solo parece traer cosas buenas en el futuro, y que se ha caracterizado por homenajear y modificar los códigos de un género tan vilipendiado como el slasher.

La película trae de vuelta al grupito de adolescentes sobrevivientes del ataque anterior, con Melissa Barrera y la popular Jenna Ortega como líderes, y dispuestas a ser las “Final girls” del mundo moderno. Si bien en la cinta anterior, quizás para el espectador su introducción fue algo difícil, por tener la tarea de desplazar a los personajes más veteranos, ahora su desarrollo y relación entre ellos se siente más genuina y orgánica.

En esta oportunidad, Sam, Tara y sus amigos Chad y Mindy dejan Woodsboro para instalarse en Nueva York. El motivo es claro: alejarse del pueblo que Ghostface atemoriza y donde Sam es considerada una psicopata. Lo que ellos no pensaron es que el terror también podría llegar a Manhattan y, en una ciudad más grande, es más difícil oír lo gritos, especialmente donde nadie te conoce.

Un nuevo asesino se esconde bajo la máscara de fantasma, esta vez mucho más agresivo, sanguinario y malvado que nunca. Y lo peor de todo, en cada crimen deja una máscara que fue utilizada en las películas anteriores, como si de un ritual y homenaje a los crímenes se tratase. ¿Quién será esta vez? ¿Los nuevos roomies de los sobrevivientes? ¿El misterioso novio de Sam? ¿Quizás uno de los amigos? La película está llena de giros, que mantendrán al espectador más distraído tratando de averiguar quién es el criminal. Sin embargo, los más lúcidos, no tardarán en adivinar, porque es bastante obvio (experiencia que se obtiene viendo la saga).

Como es habitual en estas películas , Scream VI se dedica a indagar más en el universo de Ghostface, y al mismo tiempo, ser una carta de amor al cine de horror, un complejo trabajo de meta cine y una burla para las modas contemporáneas. Y es qué hay millones de referencias que los amantes del slasher podrán detectar: Psicosis 2, Candyman, el cine de Argento, Hitchcock, y cientos de menciones a Wes Craven (el legendario creador de Scream, entre otros clásicos).

Repiten en la dirección el dúo entre Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, juntos han querido elevar en este episodio todo a mayor escala. Hay más muertes (que bordean el gore más bestial), más sangre, más personajes, más giros e intriga. Además, vuelven personajes legendarios de la franquicia como Gale (Courtney Cox, que si bien, siempre estuvo bajo la sombra de Neve Campbell, tiene el galardón de ser la única que sale en todas las películas), y Kirby (Hayden Panettiere, quien regresa tras su enfrentamiento en Scream IV).

Y para los amantes de la película que lo inició todo, hay un sentido homenaje en los primeros 10 minutos, con una escena similar a la que sorprendió a todos junto a Drew Barrymore, esta vez protagonizada por Samara Weaving, actriz que ya trabajó con los directores en Ready or Not de 2019.