En palco 2
Anaconda
Pablo Arriagada
Por

24 de diciembre de 2025

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“Anaconda” muerde de nuevo en un divertidísimo reboot cinéfilo

La comedia protagonizada por Jack Black y Paul Rudd es ideal para reír esta Navidad.

Esta nueva "Anaconda" (2025) es muchas cosas al mismo tiempo: remake, reboot, ejercicio de meta-cine y, por sobre todo, una comedia negra ferozmente divertida, que utiliza el imaginario noventero como excusa para hablar de los sueños postergados, el miedo al fracaso y la necesidad —a veces tardía— de hacer algo significativo con la propia vida. 

La historia sigue a un grupo de amigos, cinéfilos hasta la médula, que nunca lograron dedicarse al cine como lo soñaron. Lejos de Hollywood y de los grandes presupuestos, deciden apostar por una última locura: hacer el reboot de Anaconda con sus propios recursos, viajando al Amazonas para filmar la película que siempre quisieron ver… y hacer. Pero lo que comienza como una aventura creativa, casi romántica, pronto se transforma en una pesadilla cuando descubren que la serpiente gigante no es solo parte del guion. 


​El reparto es uno de los grandes aciertos. Jack Black, Paul Rudd, Steve Zahn y Thandiwe Newton conforman un grupo con una química natural, creíble, de amigos que se conocen desde siempre. Jack Black parte jugando con su propia imagen —casi interpretándose a sí mismo—, pero a medida que avanza la trama su personaje se vuelve sorprendentemente profundo: un hombre paralizado por el miedo, que dejó pasar el tiempo sin atreverse a hacer cine y que hoy se gana la vida realizando videos para bodas, un trabajo que lo tiene completamente insatisfecho. 

Paul Rudd interpreta a su amigo de toda la vida, un actor que nunca logró despegar y cuyo mayor “éxito” ha sido aparecer en un par de capítulos de SWAT, siempre en papeles menores. Ambos representan a una generación de amantes del cine que crecieron creyendo que podían lograrlo y que hoy, entre la resignación y la nostalgia, deciden hacer algo por sus vidas y cumplir ese sueño que muchos compartimos: hacer una película para toda la vida. 

Steve Zahn aporta el humor más desatado como el camarógrafo del equipo, robándose varias escenas, mientras que Thandiwe Newton encarna a una mujer que optó por una carrera profesional “segura”, dejando sus propios sueños creativos en pausa. En la selva los acompaña Santiago, el guía experto en anacondas interpretado por Selton Mello, clave para la supervivencia del grupo cuando todo se sale de control. A ellos se suma Daniela Melchior como Ana, una joven que parece huir de los mineros ilegales que operan en la zona, pero que esconde un secreto que añade tensión y misterio. 

Más allá de la trama, la película funciona como un juego cinéfilo constante: está repleta de referencias al cine de aventuras, al terror noventero y a la cultura pop de la época. Hay humor desenfadado, muertes brutales, guiños explícitos y sorpresas directamente conectadas con el clásico de los 90 protagonizado por Jennifer Lopez, Ice Cube y Jon Voight, lo que hará sonreír a quienes crecieron con esa película. 


​​En el apartado técnico, hay que decirlo sin rodeos: la anaconda de esta versión es claramente inferior a la de la película original. A diferencia del filme noventero —donde el monstruo se construía principalmente a partir de efectos prácticos, físicos y sorprendentemente efectivos para la época— aquí se opta por un CGI bastante irregular, por momentos tosco y poco convincente. Se echa de menos esa materialidad, ese peso real que tenía la serpiente original y que hacía que cada aparición resultara verdaderamente inquietante.

Dicho eso, la propia película parece saberlo: la anaconda es casi lo de menos. Funciona más como un accesorio narrativo que como el verdadero corazón del relato, que está puesto en la amistad, los sueños postergados y el amor por el cine. ¿Se habría agradecido una serpiente más real, más tangible? Sin duda. ¿Arruina la experiencia? Para nada. Al final, lo que queda no es el monstruo, sino el viaje emocional y el goce de una cinta que sabe exactamente qué quiere ser.

En definitiva, el resultado es una sorpresa mayúscula: una cinta liviana, autoconsciente y extremadamente divertida, que se ríe de sí misma y que logra revivir una franquicia que estaba prácticamente muerta y enterrada, como la propia serpiente. Dirigida con pulso y sentido del ritmo por Tom Gormican, esta nueva Anaconda es una gran comedia de verano, perfecta para desconectarse, reír y recordar por qué el cine —incluso el más absurdo— sigue siendo un motor de sueños. 

Se estrena este 25 de diciembre en salas chilenas.



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